18/09/2016


A Luisa no se olvida

Mucho más que desnudos femeninos es el legado de la obra de Luisa Géigel Brunet, pionera en diversos renglones del arte plástico boricua. Una nueva investigación y exposición dispersa viejos rumores


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a imagen seguía nítida en su mente. “Aquellos pantalones volaban”. Pudo ser en los años 40’s, en los 50’s o en los que siguieron hasta el 1986 cuando la artista plástica Luisa Géigel Brunet se retiró como profesora de la Universidad de Puerto Rico. Recordaba sus pantalones la dramaturga Myrna Casas, ex alumna, como también resaltaba las múltiples cualidades de una artista interesada en su entorno, influenciada por éste y lista siempre a crear en él.

La distancia ha sido mejor amiga de Géigel Brunet ya que ahora su obra ha sido rescatada, revisada y puesta a disposición del público y la crítica para que la aprecie como sucedió desde sus primeros intentos a finales de la década del 30 e inicios de los 40’s en Puerto Rico.

Sesenta y nueve piezas resaltan su interés por la pintura, la escultura, el dibujo, el diseño de escenografía y vestuario teatral o de murales en la muestra Luisa Géigel Brunet (1916-2016): una artista completa, que ya abrió al público en el Museo y Centro de Estudios Humanísticos Dra. Josefina Camacho de la Nuez en la Universidad del Turabo.

La profesora del Recinto de Ciencias Médicas, Yamila Azize, funge como curadora de la muestra y lidera el esfuerzo dirigido a rescatar del olvido la obra de Géigel, pionera en múltiples renglones del arte en Puerto Rico. Aunque sin duda el detonante certero para poner acción en el deseo fue aclarar versiones incorrectas.

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Géigel, si bien no fue la primera en Puerto Rico, presentó desde muy joven desnudos femeninos en el lienzo y la escultura. Por años se ha comentado que esas primeras exposiciones en las que participó -en el Casino de Puerto Rico y en el Ateneo Puertorriqueño- fueron clausuradas y que ello motivó que la artista no pintara ese tema nunca más.

Apoyada en la investigación realizada por la estudiante Carmen “Cucusa” Hernández en el año 1972, bajo la tutoría de la Dra. Carmen T. Ruiz de Fischler en la UPR en Río Piedras, Azize dedicó dos años a revisar periódicos de la época con entrevistas a la artista, reseña de sus obras y noticias sobre sus exposiciones, y a entrevistar familiares, amigos y exalumnos. La verdad resultó muy distinta de la versión sobre su obra que se arrastró hasta este siglo.

Géigel nació el 28 de agosto del 1916 en San Juan y a los nueve años, debido a una condición de salud de su madre, se fue con su familia a Barcelona donde luego estudió en la prestigiosa Escuela de Bellas Artes y Oficios de dicha ciudad. Luego se mudaron a Washington D.C y a Nueva York donde también estudió en el Phillips Memorial Art Academy y luego en el Art Students League, respectivamente.

Tenía 23 años cuando en el 1939 retornó a la Isla y de inmediato se sumó al capítulo de Puerto Rico de la American Artists Professional League, participando en colectivas y presentando exposiciones individuales.

Azize no solo encontró excelentes críticas sobre su obra y prometedores augurios sobre su futuro sino que incluso una de las exposiciones fue extendida de fecha. Nunca se trabajó en la prensa con espanto o falso pudor sus trabajos de desnudos femeninos.

Ahí va creciendo esa versión y, como no hay quién la contradiga, se instala como una historia oficial”,

“Los estudiantes que la recuerdan y la valoran inmensamente no escriben tesis, la historia del arte en Puerto Rico o son periodistas. Hay un silencio alrededor de su obra pero también hay esta versión distorsionada de unos acontecimientos que vienen alimentados de sectores de la burguesía puertorriqueña, el grupo al que ella pertenecía”, puntualiza Azize.

Algunos integrantes de ese grupo, según recopiló en su investigación, “estaban incómodos con la gran aceptación y acogida que había tenido su obra”.

“Cuando ella se dedica a la enseñanza y a las pinturas por encargo, quizás se oculta un poco del ojo público, de la prensa, de las exposiciones y la verdad es que su pasión por la enseñanza era algo extraordinario; todos esos discípulos son adoración con ella. Ahí va creciendo esa versión y, como no hay quién la contradiga, se instala como una historia oficial”, explica Azize.

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no de esos exalumnos es el artista Rafi Trelles, quien junto a otros como Daniel Lind, Marcelino Canino o Idalia Pérez Garay, acudieron a la pre apertura de su exposición en el Turabo.

“Ella fue una revolución en mi desarrollo como artista, como estudiante de bachillerato. Ella fue mi maestra de dibujo anatómico y de escultura y era muy rigurosa, era la academia europea metida en la Universidad de Puerto Rico pero a la misma vez, como fue vanguardista, estimulaba a uno a explorar y a romper; pero esa ruptura basada en la tradición”, comenta Trelles.

El artista reconoce que “ser mujer” es un factor que abona al olvido de su obra. “Gracias a la lucha de ustedes (las mujeres) se está reconociendo pero una mujer artista nunca ha sido tan importante en la historia como los hombres. Ella se fue quedando sola, se dedicó más a la enseñanza y dejó de exponer; eso contribuye”, opina Trelles.

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Esta pieza pintada en el 1939, Lorenza la lavandera, pertenece al Museo de Historia, Antropología y Arte de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Rio Piedras. La obra representó ese año a Puerto Rico en la Feria Mundial de Nueva York.

De los desnudos pintados no hablaba mucho en clase, según recuerda Trelles, pero cuando lo hacía había orgullo en su voz.

“Ella estaba consciente de que estaba rompiendo con muchos cánones en una sociedad provincial como la del San Juan de la época. Ella era una mujer cosmopolita con una personalidad carismática que sabía lo que estaba haciendo y lo hacía con orgullo; y lo decía con un poquito de desdén ‘no me entendieron pero siempre estuve aquí'”, insiste Trelles.

Ruiz de Fischler era la gran anfitriona de la muestra que ese día de pre apertura reunió múltiples ex profesores y ex alumnos de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras. Conoció a Géigel Brunet precisamente en la universidad.

“Cuando mi estudiante fue a entrevistarla para el trabajo la única condición que puso era que tenía que poner la información exactamente como ella decía y yo dije ‘excelente’. Luisa tenía todo eso (inventario de obras) en maquinilla y libretas de apuntes, era bien organizada y pudimos verificar su obra”, explica la directora del museo en el Turabo donde se exhibe ahora la obra de Géigel Brunet.

Ruiz de Fischler piensa que la personalidad de esta artista la llevaba a buscar nuevos modos de expresión en el arte continuamente. No parecían interesarle ni las explicaciones ni las justificaciones de lo que creaba o había creado.

“Cuando a fines de los 50’s se envolvió tanto en la enseñanza en la UPR y empezó las investigaciones de genealogía de José Campeche y del Capitán Correa no continuó esa producción, ni se interesó por exhibir ni individual ni colectivamente”, explica la directora.

“Lo importante de esta exhibición es que ves las etapas”, menciona sobre esos ciclos creativos de Géigel Brunet.

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Burundanga, óleo sobre lienzo pintado en el 1953.

“Una vez ella domina el dibujo, la pintura, el óleo, el retrato a gran escala, la escultura en bronce y en metal pasa a otro medio. Siempre estaba en busca de otro reto; era una renacentista”, menciona sobre quien además motivó a artistas como Nora Rodríguez o Sandra Martínez desde su salón de clases.

“Sus estudiantes dicen que siempre los inspiró a hacer lo que quisieran en las artes plásticas y a romper moldes”, insistió Ruiz de Fischler.

Géigel Brunet adoraba además la historia y la genealogía. También escribió libros como el que examina la historia de la moneda macuquina en Puerto Rico y otro sobre el legado de Lindsay Daen, creador de la escultura La Rogativa en el Viejo San Juan.

Fue la creadora del mural en mosaico que exhibía frutas tropicales que le comisionó la firma Lotus y que por años se apreciaba desde la carretera número dos en Barceloneta. Nunca fue firmado por ella y solo se reconoció su autoría cuando el municipio lo retiró del área en la década del noventa.

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N

o piense en apacibles mujeres descansando en un diván, blancas como la nieve, con la esperanza de ser admiradas. Esas no eran las mujeres que interesaban el pincel de Géigel Brunet.

Azize afirma en un ensayo que formará parte de un futuro libro que publicará la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades que “las mujeres en la pintura de Luisa son fuertes, mestizas, desafiantes -recordemos a su Lorenza, la lavandera-, decididas, de pueblo, seguras, embarazadas, desnudas”.

Pero a lo que yo me refiero es a la plasmación con el pincel de los colores que me producen una emoción”,

Precisamente alcanzar el tono preciso y único que la piel de cada ser humano propone era uno de sus detonantes creativos, según expresó en una entrevista concedida al periodista Jorge Font Saldaña, del Puerto Rico Ilustrado, en el 1939.

“Independientemente de los principios básicos tales como la composición, la construcción y la forma, me interesa, capitalmente, el color. Es natural, siendo yo una pintora. Pero a lo que yo me refiero es a la plasmación con el pincel de los colores que me producen una emoción. Por eso yo me dedico principalmente al desnudo. En una persona se pueden encontrar infinitos colores y transparencias que difícilmente se encuentran en otro tema. Además hay que darle la vida que esos colores tienen en la materia humana”, explicó una muy joven Géigel Brunet descrita luego por José Luis Márquez en el periódico El Mundo como “menuda, de cuerpo enjuto pero estilizado y nervios de acero”.

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Dominga, pieza pintada en el 1939, pertenece a la colección del Museo de Arte de Puerto Rico.

La crítica de arte Edna Coll reseñó así su participación en una colectiva: “Luisa es nuestra esperanza, la gran promesa de nuestros artistas jóvenes. Sus dibujos son finos y su técnica definida y valiente”.

En iguales términos se expresaban de ella Arturo Dávila y Margot Arce de Vázquez.

Quizás la historia de Géigel quedó estigmatizada por sus costumbres, en opinión de Azize. A finales de la década del 30 la artista fumaba, usaba pantalones y trabajaba hasta tarde en su taller en la UPR. Le encantaba pescar marlins y fue reseñada en el periódico El Mundo como la primera mujer en ganar una competencia en ese deporte en la isla. Ser la primera se convirtió en una descripción frecuente en la vida de Géigel Brunet. Esa también fue otra etiqueta.

“Luisa estaría muy emocionada y satisfecha de que su obra fuera apreciada por el público puertorriqueño por el que tanto trabajó”, dijo en la ceremonia de pre apertura de la exhibición, Yvonne Narganes, familiar de la artista.

Azize entendió la alegría de esos estudiantes, colegas y amigos que Géigel Brunet tocó. Juntos comprobaron que sus recuerdos no son excepciones individuales y que esa Luisa fundamental en sus vidas es una figura a prueba de olvido.

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CONOCE A LUISA GÉIGEL BRUNET

  • Nació en San Juan en el 1916 y vivió en Miramar y luego en Condado.
  • Hija de Micaela Brunet Guayta y Fernando Géigel y Sabat, y hermana de Fernando.
  • En el 1925 emigró con su familia a Barcelona a atender una condición de salud de su madre. Estudió en la prestigiosa Escuela de Bellas Artes y Oficios de dicha ciudad.
  • En 1934 regresan a Puerto Rico para luego partir a Washington D.C. donde estudió en el Phillips Memorial Art Academy y luego en el Art Students League de Nueva York.
  • En el 1939 regresa a la isla y se une al Capítulo de Puerto Rico de la American Artists Professional League. Presenta su obra aquí por primera vez en una colectiva realizada en noviembre en el Casino de Puerto Rico. Su pieza Lorenza la lavandera, representó a Borinquen en la Feria Mundial de Nueva York.
  • En 1940 presenta su primera exposición individual en el Ateneo Puertorriqueño. Al igual que en la celebrada en el Casino mostró desnudos femeninos y no fueron clausuradas como equivocadamente se ha rumorado a través de los años.
  • Integró la Junta de Directores del Ateneo Puertorriqueño desde el 1941 hasta el 1981.
  • Fue profesora en la Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras desde el 1958 hasta el 1986.
  • Se casó con Ramón Guillermo Gandía Biscombe en el 1942 con quien tuvo un hijo, Ramón Fernando Gandía Géigel, en el 1945.
  • Falleció en Puerto Rico en el 2008.

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