25/01/2015


“Me apasiona hacer sentir”

Nunca acaba de aprender: la actriz Yinoelle Colón a diario se prepara para su mejor papel que siempre considera será el próximo que encarne


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o tiene clarito en la mente aunque solo tenía doce años. Estaba en las gradas del Teatrito Julia de Burgos de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras viendo a la entonces estudiante, Luisa de los Ríos, protagonizar la obra La posadera como “Mirandolina”. Decía un monólogo extenso y sentido cuando, en determinado momento, su vista se detuvo en aquella joven de doce años que la miraba desde el público y que vivía los parlamentos de “Mirandolina”.

“Lo que sea que ella está haciendo es lo que yo quiero hacer cuando sea grande”, pensó la joven en las gradas tras descubrir su vocación y futura profesión.

Hoy esa joven se ha convertido en la actriz Yinoelle Colón, quien colecciona buenas críticas en los diversos papeles que ha encarnado, siendo uno de los más recientes Jazmín, en Agua a cucharadas, obra ganadora del Premio Pulitzer para su autora Quiara Alegría Hudes.

“Aún yo me sé de memoria ese monólogo de La posadera y espero algún día poder hacerlo”, cuenta Colón, “recuerdo que Luisa de Los Ríos giró y entonces hizo un fragmento a mis ojos y yo sentí lo que ella decía. Desde ese momento mi hermana (Noelma) empezó a pasarme sus textos de la universidad sobre el uso de la voz, del cuerpo, la caracterización, el teatro silente y fui adentrándome bien temprano a lo que es la actuación. Yo apoyo todo pero soy teatrera de alma, mi verdad, mi real utilidad está en las tablas del teatro”.

La santurcina es esa actriz que vio en Agua a cucharadas -que se presentó en Puerto Rico y Los Ángeles- quien declamó poemas de Julia de Burgos en el trabajo A Julia de Burgos, quien fue la joven “Rosaura” en la película de igual nombre sobre la actriz Rosaura Andreu o “Amina” en El dúo de la Africana, entre muchos otros trabajos. Además escribió y dirigió la pieza La cocina.

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Hace dieciséis años Yinoelle Colón dedica su vida a la actuación y, de todas sus vertientes, es devota del teatro. / Suministrada

“Yo siempre tuve una afición muy grande por el make believe, el hacer creer siempre de pequeña me gustó mucho”, recuerda Colón, “a mis hermanas y a mi mamá trataba de convencerlas de historias ficticias y lo único que pretendía con eso era ver si podía ser convincente. Crecí con la aptitud y el entendimiento de lo que la interpretación era pero no era genio interpretativo ni nada de eso yo solo estaba jugando con mi creatividad”.

Cuando descubrió que eso que hacía como travesura podía ser un trabajo tuvo otro momento eureka. Las epifanías fueron guiándola -y el empeño de ausentarse de la Academia San Jorge donde estudiaba para ir al Departamento de Drama de la UPR donde estudiaba su hermana- terminaron encaminándola a ser una alumna de teatro en dicho lugar.

“Ay sí, yo me escapaba después que mi mamá me dejaba en el colegio y me iba con mi hermana. En la UPR descubrí el Teatro Rodante y entendí el artificio y la mecánica del teatro”.

Todo muy divertido pero pararse en un escenario eran otros veinte pesos. “Ni por chiste lo hice”, asegura, “hasta que tenía 16 años e hicimos en la escuela Quíntuples y me tocó ser “Carlota Morrison”. Fui bastante mala pero no me quité”.

Se tiró a los leones, sin duda, con el complejo personaje de la famosa obra teatral de Luis Rafael Sánchez. “No estaba lista, la tensión de tener audiencia, de seguir el hilo de la emoción y la acción de un trabajo como ese fue bien fuerte para mi”.

Moraleja aprendida. Debía estudiar mucho si quería dominar un personaje como “Carlota Morrison”.

Lo siguiente fue lo esperado. Colón estudió Drama en la UPR, abrazó el Rodante, absorbió el mayor conocimiento posible de todas partes -profesores, estudiantes, de la vida universitaria- y “evolucioné lo más rápido posible”. Devoró sus años universitarios.

Yo veía teatro, investigaba, hablaba con los que hacían, leía, me encanta que me dirijan, que me den camino, que me abran los carriles, me gusta aprender mucho y por mi cuenta

“No sé cómo explicarte, ahora que regreso a esa época veo que estaba bien segura de que quería aprender, tenía mucha hambre. Yo veía teatro, investigaba, hablaba con los que hacían, leía, me encanta que me dirijan, que me den camino, que me abran los carriles, me gusta aprender mucho y por mi cuenta”, puntualiza con su dicción de actriz.

Pero el hambre, para beneficio del público, aún no ha desparecido.

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i el apetito de aquella época estaba coloreado por la inocencia, dieciséis años más tarde el color lo aporta la madurez.

“En aquel momento quería satisfacer las ganas de ser actriz y ahora de mantenerme siéndolo”, propone, “tengo metas a corto y largo plazo y siempre quiero hacer un poquito más y un poquito mejor las cosas. Uno nunca termina de soñar”.

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Colón como “Amina” en “El dúo de la Africana”. / Suministrada

La eterna crisis que vive la clase actoral no la espantó. Colón se enamoró de este oficio cuando ya ni telenovelas propias teníamos en televisión.

“Yo pensaba, y pienso todavía, que con mi determinación, mis ganas y mi educación tendría un lugar en esta profesión independientemente de la crisis. Las oportunidades nunca van a desaparecer, a veces lo que hay es que buscarlas con más tenacidad y esfuerzo, ser útil para lo que el público necesita y a la vez mantenerme al día, moderna, educada, lista y disponible para lo que sea necesario en mi profesión. Eso me ha mantenido en la carrera y ya son dieciseis años, mucho tiempo ha llovido”.

Ha hecho papeles buenos, inesperadamente buenos y espera hacer los que sabe que serán mejores. Uno de los que la sorprendió favorablemente fue “Mercedes Degás” en El método Grönholm. “Me han tocado mujeres maduras, complejas, decididas”, cuenta sobre el texto en el que fue dirigida por Ismanuel Rodríguez.

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“Mercedes Degás”, en “El método Grönholm”, fue un rol que le sorprendió. / Suministrada

Hacer poesía de Julia de Burgos en una representación en su honor y dirigida por Gil René lo define como “un privilegio sin par”.

“Me quedan tantos papeles en los que yo descubra luego de leer el libreto, ‘yo estoy hecha para hacerlo’, que es emocionante”.

Uno de ellos fue “Jazmín” en Agua a cucharadas que, según la autora de la pieza, es su representación teatral. “Yo pienso que el personaje es lo que debe ser la representación de la latina, es relevante, contemporáneo, real. Que la dramaturga estuviera viva y accesible es algo insustituible. Agua a cucharadas me malcrió”.

No solo por el elenco al que se unió con figuras como Rafael José -y Willie Denton en su puesta en Los Ángeles-, Gerardo Ortiz, Aida Encarnación, José Eugenio Hernández, María Bertólez o Hiram Delgado, sino porque la pieza les permitió mostrar el resultado de esa perfecta sintonía entre dramaturgia y representación.

Lo siguiente en agenda es “la vida”. Estar lista para lo que ésta traiga.

“Mi mecanismo no ha cambiado”, acepta, “sigo preparándome, viendo qué la audiencia necesita. En el 2013 escribí y dirigí mi primera comedia, La cocina. Me llama la atención diversificarme aunque la actuación es mi norte total y lo que quiero compartir con la gente que saca su tiempo para ir a verme. Me apasiona hacer sentir, es un privilegio, es una gran responsabilidad, cambiar el estado anímico de alguien no tiene comparación. A poder subirme a un escenario le dedico la vida y todos mis esfuerzos”.

La verdad es que yo, donde mejor la paso, es sobre un escenario

Ya escribe la segunda pieza con su firma y no descarta actuar en un escenario teatral en otro país. No le agrada “acomodarme” en una zona de confort y prefiere “las trabas y obstáculos”.

Aunque suene a cliché -y lo advierte- es fiel creyente de que la lucha y la perseverancia son la clave de todo.

“Uno no se puede quitar ni pretender que lleguen a uno por una bonita voz o una bonita cara. Hay que aprender y trabajar. La sana competencia no es mala. A mi me costó mucho llegar a donde he llegado y ese debe ser el camino, prefiero que sea así. No creo en las cosas gratuitas”.

Después de todo, Colón considera que “mi deuda es con toda la gente que va al teatro en mi país y en el mundo”. “La verdad es que yo, donde mejor la paso, es sobre un escenario”.

Y allí nunca ha vuelto a hacer a “Carlota Morrison”, que Quíntuples. Desde aquel intento en escuela superior que cataloga como “fallido”, la deuda no ha sido salda.

“En algún momento me gustaría hacerla como debe ser. Amo ese personaje”, culmina Colón con Carlota en la mira.

 

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