30/11/2014


Chespirito: síganlo los buenos

Eran los setenta y los personajes de Roberto Gómez Bolaños tomaron por asalto nuestra televisión. Cuatro décadas más tarde, la conexión con aquéllas y nuevas generaciones boricuas sigue intacta


L

as hipótesis de comportamiento ya pueden ser comprobadas. Eran los años setenta en Puerto Rico y tanto el Chavo del Ocho como el Chapulín Colorado reinaban en nuestros televisores y en nuestras infancias. Quedábamos hipnotizados con las historias que contaban ambos personajes creados en México por “Chespirito” (Roberto Gómez Bolaños), con su vecindad, sus aliados, enemigos y hoy no es necesario explicar cómo y por qué. Que sus frases todavía estén incorporadas en nuestro vocabulario da una pista.

Todavía recuerdo algunas críticas locales que suscitó el programa. Tenía violencia el Chavo del Ocho, decían, se exaltaba ese comportamiento cuando Doña Florinda le pegaba a Don Ramón, cuando Don Ramón, a su vez, se desquitaba con Quico, cuando Quico, fiel a la cadena, atacaba al Chavo. ¡Horror! ¿Qué tipo de niños estamos criando?

El Chavo

Esos niños ya crecimos, estamos en nuestros cuarentas y ahora vemos cómo nuestros hijos caen rendidos ante las repeticiones de un programa de comedia que no graba un nuevo episodio desde el 1979 en el caso del Chapulín Colorado -luego de comenzar de manera independiente en el 1972-, y desde el 1980 el Chavo del Ocho. Los mismos capítulos corren una y otra vez en televisores modernos que necesitan ajustar la antigua imagen con franjas negras en sus pantallas actuales de medidas inimaginables cuando se filmaron.

Las “escenas de violencia” hoy nos causan la misma risa que ayer. Ni más ni menos. Sólo eso. La inocencia y la ternura conque suceden no alimentan nada más. Pero vivimos en violencia, en México y en Puerto Rico, a niveles desconocidos, temibles y dista mucho de lo que aprendimos con ambos personajes.

…nos endeudamos para irnos de vacaciones como fue la vecindad entera a Acapulco. Fueron/vamos a soñar, a tener una tregua con la mala suerte porque la última la paga el diablo

Regreso como adulta al Chavo y al Chapulín y reviso lo que sí me dejó. En la era en que te comunicabas con el mundo solo por carta o por teléfono y te enterabas de lo que pasaba gracias al periódico supe, sin saber, que un compositor llamado Beethoven escribió la Marcha turca Opus 113, que resultó ser la pegajosa tonada de apertura de la serie cómica.

Veo hoy que en medio de una economía que nos asfixia y con la confianza en la honestidad de nuestros políticos en cero, nos endeudamos para irnos de vacaciones como fue la vecindad entera a Acapulco. Fueron/vamos a soñar, a tener una tregua con la mala suerte porque la última la paga el diablo.

Que la vida puede ser injusta, que la convivencia es un desafío diario, que el interés hace que olvides cualquier lealtad por tener una torta de jamón o un juguete, es superado en la vecindad cuando se celebra un gol -de Pelé o de Hugo Sánchez- o cuando se golpea una piñata de cumpleaños. Un niño huérfano vive en un barril, nadie le hace un espacio en su casa pero todos lo consideran uno de ellos. Después de una sesión de llanto -“pi, pi, pi, pi, pí”-, hay que limpiarse las lágrimas y seguir andando porque todo empieza otra vez.

chavo del ocho

El Chapulín Colorado trajo a mi casa momias andantes, tesoros deseados y muchos ladrones torpes. Vi amores tercos como el de su versión de Romeo y Julieta (Juleo y Rumieta) y hasta sufrí con la manzana -rojísima y generosa- sobre la cabeza de Guillermo Tell (La historia de Guillermo Tell no como fue sino como pudo haber sido). La fantasía llegaba a su máximo esplendor gracias a una pequeña pastilla, la chiquitolina, que reducía de tamaño al antihéroe. Fue el primer anzuelo para querer saber de algunos clásicos de la literatura. Sin saberlo, la versión cómica que atestiguaba se convertiría también en un clásico de la comedia.

La fiebre por el humor de Chespirito arropó América Latina y el Caribe. Todos los países vivíamos – y aún vivimos- tiempos de corrupción y desengaño con las instituciones políticas pero un programa nos encantaba por igual con su candidez y, ahora lo entiendo, con esa ingenuidad que conecta directamente con una nueva generación, al tiempo que vuelve a complacer a los que recordamos algunas escenas de memoria. Cada emisión provocaba un gran paréntesis para reír con historias universales; risa y olvido era la receta.

Gómez Bolaños falleció este viernes (28) y parece que la fuente se secó. Sí, sé que hace dos décadas no se grababa un nuevo episodio de ambas comedias pero cada vez que aparecía su figura en los medios de comunicación confirmaba que esa aspirada conexión entre creador y televidente no es cuento de camino. Ese lazo no solo es posible sino repetible.

Síganlo los buenos.

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1 Comment

  • Ferry 05/05/2015 - 6:24 am

    quiero felicitarte por el canal esta muy bueno soy mega fainatco del chavo lo malo es que la gente esta chateando mucho y se para mucho la imagen