02/04/2015


Cuando el fervor se hizo nombre

Los nombres de al menos 45 barrios del país hacen referencia a santos, a misterios religiosos, a personajes o circunstancias de pasajes bíblicos y al rito eclesiástico católico


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a Cuaresma es tiempo de devociones. Estas devociones se manifiestan en los nombres e historias de nuestros barrios.  Y de paso, nos dicen mucho sobre nuestra historia, nuestra gente y sus creencias religiosas.

Los nombres de muchos barrios son un reflejo de los fervores religiosos del País. Hacen referencia a santos, a misterios religiosos, a personajes o circunstancias de pasajes bíblicos y al rito eclesiástico católico. También ofrecen pistas sobre el poco conocido vínculo entre la Iglesia Católica, nuestra historia económica y el desarrollo de la propiedad territorial del País.

Los nombres o topónimos de vínculo religioso están presentes en al menos 45 barrios, o el cinco por ciento de todos los barrios del País. Predominan más en municipios como Humacao (4 barrios) y San Germán y Utuado (tres cada uno). Los más frecuentes aluden a santos, como los siguientes:

San José (Quebradillas) y Viejo San Juan (San Juan); San Isidro (Culebra), San Lorenzo (Morovis), San Patricio (Ponce) y San Salvador (Caguas).  Las santas como Santa Catalina (Coamo), Santa Isabel (Utuado) y Santa Olaya (Bayamón).

El fervor Mariano en Purísima Concepción (Las Marías), Rosario (Mayagüez y San Germán) y Mariana (Humacao y Naguabo), entre otros.

Otro topónimo religioso es Cruz (Moca), recurrente en Cruces (Aguada, Rincón) y en el Barrio Santa Cruz (Carolina). Hay instancias adicionales como los barrios de Ángeles (Utuado) y Encarnación (Peñuelas).

A menudo, estos nombres también están relacionados con antiguas haciendas e ingenios, que adoptaban nombre de santos, a modo de patrón o protección. Estos nombres de antiguas haciendas, ingenios y hasta centrales, aún persisten en los topónimos de muchos sectores y comunidades rurales.

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as antiguas ermitas fueron el origen de algunos barrios y municipios de Puerto Rico. Las ermitas eran pequeñas capillas para el culto religioso -frecuentemente construidas por dueños de hatos- que servían a comunidades aisladas y distantes de los núcleos poblacionales principales. Como la distancia hacía difícil asistir a misa todos los domingos, la Iglesia ajustaba la frecuencia requerida según la distancia de los feligreses: mientras más cerca, más frecuentemente debían asistir a misa, mientras más lejos, menos a menudo. Las ermitas eran servidas por sacerdotes itinerantes.

Ruinas de antigua iglesia de Arroyo. / Suministrada R. Torrech

Ruinas de antigua iglesia de Arroyo. / Suministrada R. Torrech

Dos de las ermitas mencionadas en las visitas de los obispos en 1757  -Nuestra Señora de la Candelaria en Lajas y Nuestra Señora del Rosario de San Germán-  persisten en los nombres de los barrios respectivos de Candelaria (Lajas) y Rosario (San Germán y Mayagüez). Los tres barrios Rosario de San Germán fueron originalmente uno solo, bajo el nombre de Barrio Santuario del Rosario. Por su parte, el Barrio San Antón de Ponce debe su nombre a la ermita que Don Antonio Abad Rodríguez Berrios mandó a erigir a fines del Siglo XVI en honor a San Antonio Abad.

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on el tiempo, muchas ermitas evolucionaron en parroquias y estas en aldeas y municipios. Usualmente una antigua ermita de la ribera del río o del hato ganadero evolucionaba en una iglesia y más adelante en una parroquia. Esta transición estaba relacionado con el aumento poblacional de sus alrededores: la iglesia se construía cuando el vecindario se convertía en una aldehuela o coto de estancias, o cuando éste era absorbido por el crecimiento de un núcleo poblacional cercano. De ahí podría crecer hasta convertirse en una aldea, un pueblo o un partido, y en algunos casos, una villa. La parroquia era la célula fundamental y básica en la administración religiosa, en términos de feligresía, territorio y jurisdicción de una iglesia.

Procesión frente a iglesia en Aguadilla. / Suministrada

Procesión frente a iglesia en Aguadilla. / Suministrada

La evolución de ermita a parroquia y de ahí a poblado se hace evidente en los  antiguos nombres de pueblos como San Miguel de Cabo Rojo, Altagracia de Sabana Grande, Nuestra Señora de la Candelaria de Mayagüez, Nuestra Señora del Rosario de Aguada, Santa Rosa de Calvache (Rincón), Espíritu Santo de Loíza, San Antonio Abad de Añasco, San Antonio de Padua de la Tuna (Isabela), Nuestra Señora del Rosario y La Monserrate de Arecibo, San Miguel de Hato Grande (San Lorenzo), San Mateo de Cangrejos (posteriormente integrado a San Juan) y Nuestra Señora de la Concepción de Las Piedras, San Germán, Arecibo y Manatí, entre muchos otros.

Sin embargo, hay muchas excepciones.  Por ejemplo el nombre del municipio de Santa Isabel, originalmente el antiguo Barrio de Coamo Abajo de Coamo. Su nombre no proviene de una antigua ermita. Se conjetura que es un vínculo entre la fecha de autorización de la fundación de Santa Isabel -19 de noviembre de 1841- y la fiesta de Santa Isabel de Hungría. También se ha especulado que como en el caso del barrio-pueblo de Isabel Segunda en Vieques, su nombre tenga que ver con la reina de España.

Por tanto, no todos los nombres religiosos de pueblos provienen de antiguas parroquias. Aquí habían dos jurisdicciones: la fundación de un poblado requería la autorización de un gobernador, mientras las parroquias eran autorizadas por los obispos, y estas dos autoridades no siempre coincidían. Por ejemplo, las parroquias del Rosario en San Germán, Esperanza en Arecibo, Santa Cruz de Trujillo Bajo (ahora parte de Carolina) y Florida en Barceloneta (diferente al actual pueblo de Florida) no evolucionaron en poblados. Pero sí siguen presentes en los nombres de los correspondientes barrios.

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os extranjeros que llegaron a Puerto Rico dejaron su huella en nuestros barrios en muchas maneras. Una de ellas fue mediantes nombres religiosos alusivos a sus países de origen. Por ejemplo, el Barrio San Idelfonso (Coamo) es el santo patrono del pueblo de Illescas, de la provincia de Toledo en España, de donde eran oriundos don Blas y don Cristóbal de Illescas, colonizadores de Coamo y antiguos dueños de las tierras que hoy comprenden este barrio.

Los recién llegados trajeron al nuevo mundo sus devociones y las perpetuaron en los nombres de sus barrios. Este es el caso de los nombres de los barrios Candelaria de Lajas, Toa Baja y Vega Baja, de posible vinculación a emigrantes de las Islas Canarias, cuya patrona es la Virgen de la Candelaria. Algo parecido sucedió con el Barrio Esperanza de Arecibo, cuyos orígenes se remontan a una antigua aldea llamada La Esperanza, fundada por emigrantes de las Islas Canarias. Los canarios también parecen ser responsables de los nombres de los cuatro barrios de nombre Rosario -tres en San Germán y uno en Mayagüez- que repite en nuestras tierras un topónimo que aún existe en Tenerife, una de las Islas Canarias.

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as órdenes religiosas aún están presentes en los nombres del Barrio Espinar de Aguada. El nombre proviene de Fray Alonso de Espinar, monje que fundó en 1527 un convento franciscano en la localidad, que fue destruido en 1529 por los Indios Caribes. Aún existen los restos de una iglesia posterior erigida en ese lugar, donde aún se ofrecen ritos religiosos.

Las órdenes religiosas también nos dejaron los nombres de los barrios Frailes y Santa Rosa de Guaynabo. El Barrio Frailes se conoció originalmente como Barrio Quebrada de los Frailes y Barrio de los Frailes Dominicos. El Barrio Santa Rosa se llamó originalmente Santa Rosa de Lima. Ambos son reflejo de la gran influencia que tuvieron los dominicos en Guaynabo y Bayamón. Otras órdenes posiblemente estén vinculados al nombre del barrio Monacillos (equivalente a “monaguillos”) de San Juan. Todas pueden ser el resultado de capellanías.

Antes del Siglo XIX, un recurso llamado las capellanías facilitó que la Iglesia Católica adquiriera grandes extensiones de tierras, a menudo hatos y estancias. Personas con recursos económicos creaban y pagaban capellanías para procurar la salvación de su alma del purgatorio. Regalaban sus tierras a la Iglesia Católica a cambio de un compromiso de misas y rezos a perpetuidad. Otros las dejaban en sus testamentos, para asegurar los rezos que necesitaría su alma para ascender del purgatorio una vez fallecidos.

Catedral de Ponce. / Suministrada R. Torrech

Vista de la Catedral de Ponce. / Suministrada R. Torrech

Las capellanías y su impacto socioeconómico es un asunto muy poco estudiado en Puerto Rico, pero aún nos consta en los nombres de grandes extensiones de tierras que una vez pertenecieron a la Iglesia Católica. Por ejemplo, gran parte del litoral que hoy conocemos como Piñones una vez se conoció como el Hato de los Frailes, posiblemente una capellanía. El nombre Frailes aún denomina un sector del barrio. La donación de grandes extensiones de tierra en Santurce a las Religiosas del Sagrado Corazón por Don Pablo Ubarri a finales del Siglo XIX -hoy los predios de la Universidad del Sagrado Corazón- posiblemente fue algún tipo de capellanía, aunque más moderna. Otras instancias abundan en nuestra historia.

La depuración religiosa también ha jugado un papel importante. Aunque pocos barrios han cambiado de nombre en el Siglo XX, aquellos que sí han cambiado a menudo adoptan nuevos nombres religiosos. En el proceso eliminan antiguos nombres de  barrios que hoy resultarían inapropiados. Este fue el caso de los Barrios San Antonio (antes Jaguas/Quebrada Puercos) y San Salvador (antes Culebras) de Caguas; San José (antes Bellaca/ Quebrada de la Bellaca) en Quebradillas y La Gloria (antes Quebrada Infierno) de Gurabo. En este último caso, su colindante Barrio Quebrada Infierno de Trujillo Alto retuvo su antiguo nombre, pero generalmente se le conoce como Barrio Santa Rita, por iniciativa de las autoridades religiosas locales. Algunos historiadores han sugerido que antes de llamarse Ángeles, el antiguo nombre del barrio de Utuado fue Criminales, o Quebrada de los Criminales.

Todos estos nombres de barrios demuestran la fuerte presencia de la religiosidad en nuestra historia, y por tanto, en la historia de los barrios de Puerto Rico que aún hoy aluden a nuestras devociones.

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Bibliografía Mínima: Junta de Planificación (Mapa de municipios y barrios, Núm. 25, 39, 45, 49, 51, 52, 57, 62, 1952, y 1955) Vicente Murga y Alvaro Huerga (Episcopologio de Puerto Rico, Tomo IV, 1990)  Generoso Morales Muñoz (Orígenes históricos de San Miguel de Hato Grande y Fundación de Gurabo, 1944, 1943)  Aníbal Sepúlveda y Jorge Carbonell (Cangrejos-Santurce: historia ilustrada de su desarrollo urbano (1519-1950), 1988)  Salvador Padilla Escabí  (El poblamiento de Puerto Rico en el Siglo XVIII, 1985) Luis Torres Oliver (Estampas de nuestra iglesia, 1989) Ramón Rivera Bermúdez (Historia de Coamo, la villa añeja, 1980) Manuel Alvarez Nazario (La herencia lingüística de Canarias en Puerto Rico, 1977) Pedro Tomás de Córdova (Memorias geográficas, históricas, económicas y estadísticas de la Isla de Puerto Rico, Tomo II, 1968) Mario A. Rodríguez León, (Bayamón: notas para su historia, Vol. I, 1985) Cayetano Coll y Toste (Boletín histórico de Puerto Rico, Vol. XIII, 1914) Juan Ramón Mestre, (Descripción topográfica del pueblo de Quebradillas, 1846) Carlos Buitrago Ortiz (Esperanza, An Ethnographic Study of a Peasant Community in Puerto Rico, 1977) Luz Minerva Betancourt (La toponimia de la zona este de Puerto Rico, 1966) Oscar L. Bunker (Historia de Caguas, 1975) Walter Cardona Bonet (Quebradillas, el sitio de Terranova, notas para su historia, 1985) Gisela von Wobeser (La fundación de capellanías de misas, una costumbre arraigada entre las familias novohispanas: siglos XVI-XVIII, 1998) Betty Ann Zayas, (Isabela: los municipios de Puerto Rico, su historia y su cultura, 1991)  Rafael Torrech San Inocencio (Los barrios de Puerto Rico, 1999; y Orígenes, configuración y toponimia de los barrios de Puerto Rico, 1994)

 

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