04/12/2015


“Cuando no tengo trabajo, me lo invento”

Ni le espanta ni le agobia el futuro del teatro a Rafa Sánchez puesto que sabe que en sus manos tiene el poder de crear camino desde Tantai Teatro


“Ú

ltimamente, Rafa está intentando permitirse ser irresponsable. He dejado de ser 24/7 una oficina ambulante, no contesto llamadas de trabajo a ciertas horas y me permití pasar una mañana de domingo en la cama. No ‘necesito’ contestar ese texto o ese mensaje de voz inmediatamente, porque el mundo no se va a parar por eso. Ya varias personas me han reclamado que tenga vida, porque les he acostumbrado a lo otro: saben que vivo para trabajar. Quiero otras prioridades para el 2016…”

Rafa Sánchez publicó este status en Facebook apenas unos minutos antes de llegar a nuestra cita en la librería Libros AC, en Santurce. “Menos mal que no lo has leído todavía”, advierte el actor sin siquiera sentarse todavía. Llega con mochila en brazo, vistiendo una t-shirt gris con una caricatura en la que un café con leche se disculpa con sus colegas con un jocoso “Sorry I’m latte”.

En su declaración virtual, este español que cada día se siente más boricua a pesar de que su acento madrileño lo delata, añadió que se daría permiso para pasárselo bien, para no luchar todas las batallas y para que todo le dé un poco más igual. ¿Su prioridad? Asegurarse un 2016 lleno de proyectos divertidos. Así, sin más.

Cuando llegó a la Isla en 2007, Rafa Sánchez era, según él mismo describe, “un niño”. Venía cargando sólo la disciplina de trabajo que aprendió en su natal Madrid y las ganas de labrarse un espacio en la escena del teatro en Puerto Rico.

Cuenta que al principio, por su visa de estudiante, solamente podía trabajar en la Universidad de Puerto Rico, donde cursaría una segunda maestría en Literatura Comparada. “No tenía para pagar lo que costaba la matrícula, a menos que lograra trabajar en la misma universidad. Les dije que si no conseguía trabajo, me tenía que ir y al mes siguiente, ya estaba trabajando en la UPR”, narra con su acento indiscutiblemente madrileño. Fue su primera incursión en la Academia, trabajo que se sumó a la creación de la compañía Tantai Teatro PR junto a su colega Ismanuel Rodríguez.

Hoy, con poco más de 18 producciones a su haber, combina su trabajo como productor y teatrero con las tres secciones de Español que ofrece en el Departamento de Estudios Generales de la UPR en Río Piedras. Y todavía le queda tiempo para reflexionar en lo que ha sido el 2015.

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“Tío, hay que autogestionarnos”, indica Rafa Sánchez, aquí en el Teatro Tapia. / Suministrada

“Es que este año ha sido duro”, lanza mientras se acomoda en la silla y coloca su mochila a un lado. Y le creo, pues sus constantes actualizaciones en Facebook así lo demuestran: no terminaba un proyecto, cuando ya estaba anunciando el próximo, a la vez que sugería tener al menos dos ideas más en remojo. Por estos días, repone la pieza La Terapia con su cómplice, la actriz Yinoelle Colón, en Cinema Bar, en Viejo San Juan. “Si yo paro dos meses ahora, eso quiere decir que de aquí a cuatro o cinco meses voy a tener dos meses en los que no planifiqué nada”, justifica el productor de Tantai Teatro.

Y fue eso precisamente lo que ocurrió en noviembre y diciembre, pues como no tenía ningún proyecto concreto, decidió reponer la pieza con Yinoelle en el café teatro sanjuanero. “Nos ha ido mejor que hacer cualquier producción de 50 mil dólares. Es una cosa increíble. Por eso, nos sirve para ese proceso de reevaluación, de decir: ‘¿qué estamos haciendo?, ¿qué quiere el público?, ¿en qué situación está el País para que sea una alternativa viable para que la gente vaya al teatro?”, continúa sin parar, como si las palabras se le fueran a ir corriendo por la avenida Ponce De León.

Lo cierto es que desde que llegó a la Isla, no se ha detenido. Su jornada comienza —al menos tres días en semana— a las 7:00 a.m., ofreciendo tres cursos corridos de Español en el Departamento de Estudios Generales de la Universidad de Puerto Rico. “De ahí, casi siempre salgo a hacer diligencias de producción: refrendar boletos, ir a Hacienda, visitar el teatro. Luego, voy a algún ensayo del proyecto que tenga en el momento y termino mi día a las 11:00 de la noche”, enumera. La verdad es que le queda poco tiempo libre y el que alcanza a disfrutar, suele convertirse al final en trabajo. Recientemente, un brunch con amistades se convirtió al final en una reunión de trabajo, pues terminaron discutiendo detalles de un proyecto en plena mesa.

No podemos seguir quejándonos de que no nos dan chavos —que no nos los dan—; el problema no es ese, es qué estamos haciendo nosotros con los chavos que nos dan”

Quien conoce a Rafa sabe que no es nada tímido al opinar. Se deja sentir en sus redes sociales, casi siempre con una pizca de ironía. En ese mundo virtual, comenta de sus peripecias en las agencias de Gobierno como parte de sus tareas en Tantai, habla de lo coloquial y de lo necesario; sobre todo, de que hace falta seguir cosechando espacios para fomentar la cultura en Puerto Rico, a pesar de la burocracia o las trabas que encuentre en el camino. Después de todo, es un gestor cultural en tiempos en que la palabra ‘crisis’ de tanto repetirla, se ha vuelto cotidiana.

“Mira, creo que tenemos mucha responsabilidad y no la estamos aceptando. El teatro, el cine y la televisión puertorriqueños somos muy responsables de lo que pasa. No podemos seguir quejándonos de que no nos dan chavos —que no nos los dan—; el problema no es ese, es qué estamos haciendo nosotros con los chavos que nos dan”, afirma con seriedad.

“El 90 por ciento de la gente se lo está quedando. Hay una mafia cultural que no debemos esconder. Aquí el dinero se lo dan a la gente, no por sus logros o la calidad de lo que hacen, sino por cuánto dinero le dieron a tal político antes de que llegara al Senado o por cuántas tarimas le monten en el Capitolio. Mientras eso siga así —y pasa en todos los países, no solamente aquí—, vamos a seguir perpetuando la imagen puertorriqueña del estereotipo de la tradición y de la cultura del lelolai”.

Su solución: dejar de quejarse y comenzar a hacer. “Ya basta de que el Gobierno tiene la culpa. No seamos laxos. ¿Qué estás haciendo tú día a día?”, lanza.

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n su caso, además de dar clases en la Universidad, inició un ciclo de talleres de Producción en el Espacio Tantai, inaugurado hace apenas unos meses en el #1657 de la Avenida Ponce De León, en Santurce. ¿Por qué? “A mí mucha gente me llama para consultarme cosas y no soy un productor que crea en no compartir la información que sé. Creo que mientras más información pueda compartir con los compañeros, mejor, porque hoy yo soy productor pero mañana puedes ser tú quien me llame para darme trabajo. Esto es una red de contactos. Si juntos luchamos por tener más, tendremos más”, responde sin titubear.

Ese sentido de solidaridad, quizás, es una de tantas cosas que diferencian al Rafa de hoy día del que llegó a Puerto Rico hace cerca de ocho años. De Madrid le queda su disciplina, la formación y su modo de trabajar. Sin embargo, reconoce que esta Isla le ha moldeado el carácter: “No tengo esa arrogancia española. A mí el puertorriqueño me ha enseñado a ser cariñoso, a recibir a los demás. Si bien es cierto que hay algunos ideales que no comparto, porque es un pueblo un poco más conservador, pero el puertorriqueño de a diario, trata muy bien. Lo hablaba con Dolores Pedro hace poco, que se fue a Chile y estaba loca por volver. Le dije: ‘Es que vivimos en la eterna condena del puertorriqueño’. Porque ya Puerto Rico me hizo suyo; como que te absorbe y ya no puedes salir”.

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E

n tiempos en que muchos consideran cruzar el charco en busca de otras oportunidades, Rafa ha optado por quedarse. Asegura que le queda mucho por aprender, más golpes de los que reponerse. En varios momentos durante la conversación, se queda con la mirada fija en el cristal de la librería santurcina. Se frota las manos con un gesto serio que contrasta con su constante sonrisa. Repite algo sobre cuán difícil fue el reciente montaje de la pieza Histeria, que se presentó durante dos fines de semana en el Teatro Francisco Arriví, en octubre pasado.

“Teníamos todas las de perder pero la hicimos. No fue un éxito de taquilla, no fue un éxito económico, tuvimos grandes fallos, que reconocemos. Y eso está bien”, comenta con una media sonrisa. De inmediato, agrega que aunque hay que reconocer el fallo, “también es importante no tirar la toalla”. “Yo defendí la pieza hasta el último día, porque me consta que le pusimos empeño, que la trabajamos duro”.

De algún modo, se trató del primer traspié de Tantai, luego de éxitos como Ingenio, una desgarradora historia sobre una paciente de cáncer y su transformación a través de la enfermedad, que presentaron en mayo en el Centro de Bellas Artes de Santurce.

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Cristina Soler y Angela Meyer en Ingenio. / Suministrada

“Con Ingenio yo creo que pasó, primero, que estábamos hablando del tema del cáncer. Es triste, pero es real. La gente tiene una necesidad de hablar sobre ese tema, de ver sobre ese tema y de sentirse reflejada sobre ese tema. A mí lo que me gustaba era que la gente podía reírse de eso y a la vez llorar. Era una especie de purga”, explica.

Entonces, hablamos de Construyendo a Verónica —la pieza que, sin duda, marca un antes y un después en la historia de su compañía—. De pronto, se le enciende la mirada.

“Siempre queremos volver a Verónica. Es que esa pieza nos marcó a todos”, dice. Cuenta que, incluso, una noche antes de entrar a escena, Cristina Soler le comentaba: “Esto no se puede acabar”. Y lo cierto es que para Tantai, ese fue apenas el comienzo. Le siguió el éxito Agua a Cucharadas, pieza con la que incluso viajaron al Festival Encuentro de Teatro Latino LATC2014 en Los Ángeles, California.

Fue un proceso de aprendizaje para la delegación boricua y también para sus colegas de otras compañías, “porque ellos no ponen a Puerto Rico en el mapa”. “Vieron que somos teatreros. Porque, lamentablemente o por suerte, aquí en Puerto Rico, si queremos que las cosas salgan, tenemos que trabajarlas; hay que hacer de todo para que el producto salga bien. No importa quién, no importa cómo, las tenemos que hacer”.

Por estas fechas, hay quienes prometen ponerse a dieta. Otros juran que harán más ejercicios, que leerán X cantidad de libros, que viajarán a X países, o que comprarán la casa de sus sueños. Rafa sólo tiene una resolución para recibir el 2016: “estoy en el ‘mood’ de no hacer cosas que no quiera”.

Me estoy encargando de asegurar un 2016 lleno de proyectos divertidos. Me dejen dinero o no, los voy a disfrutar porque yo quiero hacerlos”

Tal y como prometió en su status de Facebook, pretende comenzar el año con menos estrés y más ganas. Por lo pronto, ya le está dando forma al que será el primer proyecto de su compañía para el año que se avecina. Se trata de Pegados, un peculiar musical, que tiene “todas las características para que funcione en Puerto Rico”. Son dos personas que, como él define con su habitual franqueza, “se quedan enganchados chichando”. El madrileño-boricua asegura que “lo hacemos porque es algo diferente, más allá de que sea un tema más liviano. En todos los montajes de Tantai hemos intentado traer algo que le atraiga al público a pesar de que no es de la forma en que todos los productores piensan que se debe atraer al público al teatro”.

Ya están inmersos en el proceso de producción y próximamente, iniciarán los ensayos para la pieza original de los españoles Ferrán González y Alicia Serrat. Mientras llega la fecha de estreno —prevista para mayo próximo—, Rafa pretende mantenerse fiel a su promesa, que dejó muy clara en su manifiesto cibernético.

“Me estoy encargando de asegurar un 2016 lleno de proyectos divertidos. Me dejen dinero o no, los voy a disfrutar porque yo quiero hacerlos”, declaraba.

Terminada la charla en la que, asegura risueño me contó toda su vida, se coloca la mochila cual viajero y continúa su camino por la Ponce De León. Se aleja pensativo. De seguro está maquinando cómo revivir a Verónica, o qué nuevos talleres ofrecerá en el Espacio Tantai. “Tío, hay que autogestionarnos”, insistía minutos antes. “Yo, cuando no tengo trabajo, me lo invento y eso es lo bonito de esto, porque creo que se puede hacer”. Y más que creerlo, Rafa lo hace.

Vivir en escena.

Vivir en escena.

 

 

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