21/04/2016


Guerra: “El sueño es que haya lectores”

Ernesto Guerra Frontera, ganador del IX Premio de Literatura Infantil El Barco de Vapor 2015 por Las palabras perdidas, revela sus aspiraciones con respecto a la historia de Vermudo, un príncipe que vivió en el siglo XII


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ermudo es un niño de doce años que ve pero no habla, no porque sea mudo sino porque no tiene con quién. Y cuando habla, lo hace vaciando los conceptos y sucesos que vicariamente ha vivido tras leer los tres únicos libros a los que ha tenido acceso en su vida: Etimologías, de Isidoro de Sevilla; Crónica de los reyes de nuestro reino, anónimo; y Meditaciones, de Venceslás de Sandórrega. Vive en una torre asegurada por 26 cerraduras y por una reducida aspillera puede ver el mundo exterior. Nunca ha sentido el sol en su piel ni ha visto el mar.

Tanta protección obedece al miedo. Vermudo es un príncipe y su padre, el Rey Odón, teme -al igual que todos los habitantes del reino- la llegada de los mercenarios trevíes, responsables de todos los males existentes y por imaginar. El aburrimiento marca sus horas y días hasta que su mundo es sacudido por una inexplicable situación; las palabras se deshacen, las letras huyen despavoridas y con ellas se llevan lo que nombran. El mundo de Vermudo, y el de sus futuros súbditos, se ha tornado gris luego de la desaparición de los colores, e incomprensible, tras la desaparición de los objetos.

Con esta historia ambientada en el siglo XII el puertorriqueño radicado en Boston, Ernesto Guerra Frontera se convirtió en el noveno ganador del Premio de Literatura Infantil El Barco de Vapor 2015 al que convoca Editorial SM. La premiación al autor y la presentación oficial de Las palabras perdidas, libro dirigido a lectores mayores de doce años será hoy viernes 22, a las 7:00 p.m., en el Museo de Arte de Puerto Rico.

LV-PORT LAS PALABRAS PERDIDAS

El pasado, el presente y el futuro de Vermudo no variaron durante el proceso de escritura de esta novela que tuvo lugar en los veranos del año 2013 y 2014.

“Esta historia la he pensado por muchísimos años, estuve investigando por muchos años pero hubo solo dos momentos de escritura”, expone el escritor desde su oficina en Boston.

“Cuando empiezo a escribir ya tengo una idea bastante clara del final de la historia, siempre tengo claros el principio y fin, el proceso es cómo se llega ahí. Defino el personaje antes y cambia muy poco. Desde el comienzo sé la personalidad del personaje, a dónde va a llegar y cómo se va a transformar para llegar ahí. El título es lo último que pongo siempre”, agrega.

Guerra habla sin prisas. Tras graduarse de escuela superior en el Colegio Marista en la Isla, se trasladó a las universidades Brown y Harvard donde culminó estudios en Literatura comparada y Lenguas y Literaturas romances, respectivamente. Hoy imparte clases en el colegio Roxbury Latin, jornada que le permite dedicar más tiempo a la escritura.

El proceso creativo usado en Las palabras perdidas no es el único que sigue. Guerra acepta que “cada libro cambia un poco” esa forma de abordarlo.

“En mi libro anterior (Tú, ellos y los otros, 2006) es totalmente diferente”, menciona como ejemplo, “escribía cada capítulo y no tenía idea a dónde iban a ir estos personajes. Cada día escribía un capítulo diferente y me enfrentaba a una nueva circunstancia, a una nueva situación y ahí se iba desarrollando todo. Pero de este libro sabía el principio, el final y las características del personaje”.

Apreció experimentar ambos caminos narrativos.

“La verdad es que lo pasé muy bien”, acepta, “cada proyecto tiene su desarrollo y eso me gusta, tener la libertad de permitir que cada uno se desarrolle de forma diferente”.

La respuesta de sus lectores es inmediata porque ambos libros Guerra los ha escrito para sus hijas, Isabella y Natalia.

LV-barco-Ernesto Guerra Frontera

“Son mis lectoras principales y cada libro responde a un momento de sus vidas. El primero lo escribí cuando mi hija mayor tenía seis años y está dirigido chicos de esa edad; ahora ella tiene 18. Cuando empecé a escribir este, mi otra hija tenía doce años. Siempre es una combinación de ellas como lectoras y mi necesidad de resolver problemas internos. En este caso, me interesaban las relaciones entre lenguaje y poder en el mundo, cómo crear algo que combinara mi interés intelectual y llevarlo a que mis hijas lo comprendan”.

En este caso debían comprender la vida y el camino que debía recorrer Vermudo para descubrir los porqués de su encierro y de la huída de las palabras.

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N

o es la primera vez que un personaje ficticio está encerrado en una torre desde su nacimiento. Vermudo lo sobrelleva, aunque fantasea con escapar y enfrentar a los temerarios trevíes. Se describe como una persona ausente del mundo.

“Pensé en la ausencia pero no en el contexto de la adolescencia, de ese posible sentimiento de invisibilidad, no lo había pensado así sino en la ausencia relacionada al contexto de que vive encerrado y no ha visto el mundo. Vermudo es un personaje pasivo, no tiene el poder de la palabra porque no tiene con quien hablar, es pasivo y se siente ausente del mundo”, subraya.

“Gran parte del libro es sobre identidad y cómo se forma, no solo en un adolescente si no en cualquier edad. Al terminar el libro te sorprenderás”.

Él sabe sus orígenes, su situación, lo que quiere hacer en el mundo, con quién tiene que luchar”,

Con cada página leída, el lector pareciera descubrir que Vermudo casi comprueba a diario que existe. La formación de su identidad parece anclarse en la carencia, en todas las cosas que no puede hacer o no ha sentido aunque sabe que existen.

“Más que construir su identidad, él está seguro de una identidad que se ha construido a través de los libros. Él sabe sus orígenes, su situación, lo que quiere hacer en el mundo, con quién tiene que luchar. Después descubrirá muchas cosas diferentes”, adelanta sin dejar escapar más detalles sobre el final de la jornada de Vermudo.

Las palabras perdidas, en su opinión, pone bajo la lupa “el poder que tienen las palabas para ayudarnos a adquirir conocimiento, generar ideas, entender nuestra realidad, acercarnos a la verdad y a construir nuestra identidad”.

Y cual moneda, también las palabras tienen otra cara. “Pero también la historia es sobre el poder que tienen esas mismas palabras para mantenernos en la ignorancia, tergiversar el pasado, destruir nuestro futuro y para ocultar nuestra verdadera identidad. Muchos de mis textos tienen que ver con lenguaje, poder y violencia y están construidos en el contexto de las guerras en Irak; para empezar le da cierto contexto de manipulación de los medios para recibir cierto poder”, insiste.

LV-LAS PALABRAS ACANTILADO

Despierta la atención en este texto la riqueza de detalles y la sutileza conque son presentados en la ambientación de la época: el siglo XII europeo. Conceptos medievales religiosos y de batalla están inevitablemente entrelazados a la narración de la vida de Vermudo. El trabajo de ilustración de Oscar T. Pérez es un poderoso aliado.

“Cada vez que escribo trato de ambientarme lo más posible”, cuenta entusiasmado Guerra, “leí sobre historia medieval, sobre las Cruzadas, me interesó especialmente el siglo XII porque es un periodo de renacimiento cultural en Europa, es anterior al del siglo XV y ayuda a dar paso a ese que todos conocemos”.

Comenta que ese siglo XII que con interés estudió “se caracteriza por la creación de grandes monasterios y catedrales, por una mayor conexión con el mundo islámico a través de las Cruzadas y la España musulmana, una mayor traducción de textos antiguos del griego y el árabe que no se conocían en Europa”.

“Ese periodo me llamó la atención, por eso hay nuevo conocimiento y generación de ideas en una Europa que da pasos agigantados a su futuro. El tema de las palabras y el conocimiento me pareció ideal para ambientar la obra”, puntualiza.

Esa Europa que anda al rescate de antiguos textos clásicos y árabes que habían perdido le pareció ideal para situar Las palabras perdidas “en un monasterio donde se está generando esa búsqueda de conocimiento”.

“Ya verás”, anticipa sobre el final que al momento de la entrevista solo él conoce.

En cierta sintonía con Vermudo, el autor puertorriqueño se enteró un poco tarde de que había resultado ganador del premio. No revisa sus correos electrónicos con frecuencia.

“Para mi fue una gran sorpresa, no me lo esperaba. Me enteré porque un amigo me escribió que mirara mis mensajes. Yo vivo un poco en la luna, tengo entendido que llevaban buscándome varios días; si no es por ese amigo no me hubiera enterado del asunto. Pero nada, me enteré y me emocioné muchísimo”, declara.

El sueño es que guste, me encantaría recibir comentarios de lectores”,

Asegura estar “muy honrado de ganar el premio” y confiesa que es “un sueño hecho realidad”. “Estoy muy contento y entusiasmado con la premiación que será el viernes (hoy). Una vez al año, cada dos años, voy a Puerto Rico; allá todavía están mis padres, mis tíos, mis primos”.

“El sueño es que haya lectores”, afirma, “tengo muchos deseos que haya lectores del libro. El sueño es que guste, me encantaría recibir comentarios de lectores”.

Dado que sus hijas/lectoras “están empezando a ser adultas”, Guerra aprovecha que dispone de “mayor libertad” y tiempo para manejar otros temas literarios. Su próximo trabajo está dirigido al lector general y se trata de una colección de cuentos sobre historiografía puertorriqueña. “Estoy investigando y escribiendo al mismo tiempo. Estoy entusiasmado con eso, siempre buscando huecos dónde investigar u escribir. Pero no sé cómo se va a transformar (la obra) en el tiempo”, acepta.

El milagro de que el texto guíe al escritor quizás se repetirá otra vez.

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