23/11/2014


Hasta la crisis se gasta

Crisis: una palabra en crisis, analizamos el fenómeno de la saturación semántica o qué pasa cuando las palabras de tanto decir ya no dicen nada


P

areciera que en la vida siempre estamos buscando las palabras precisas. Las que expliquen de veras, las que comuniquen la idea exacta que tenemos en la cabeza. A veces nos faltan palabras y otras tantas, por ser tan precisas y usarlas tanto, se agotan, se desgastan, ya no dicen tanto como decían.

Es una de las enseñanzas más feroces que suele darse en los talleres de escritura creativa. “No lo diga, muéstrelo”. “No diga: te amo con mi corazón. Más bien explique qué efecto tiene en su cuerpo ese amor”. “No hable del alma a menos que quiera sonar como tarjeta de Hallmark”. Sobran los consejos y las recomendaciones que se centran en la idea de que hay palabras que se desgastan con el tiempo y que de tanto usarse y comunicar, terminan por no comunicar nada. Le pasa también a los símbolos, pensemos en la rosa o en la luna. Y claro que es posible reivindicarlos, pero para ello hace falta artificio, maña y un uso aguerrido del lenguaje.

En Puerto Rico, y me atrevería a decir que en muchos otros lugares, puede verse este fenómeno con una de las palabras que más leemos y escuchamos en los medios de comunicación. Incluso, se ha convertido en la respuesta casi obligada ante cualquier pregunta. ¿Por qué pasa tal cosa o tal otra? Sólo hay una respuesta: Por la crisis.

Decimos crisis casi al menos una vez al día, la leemos y la escuchamos muchas más. Y si bien se trata de una palabra que ciertamente funciona para describir muchas de las cosas que vivimos a diario: crisis de seguridad, crisis en la política, crisis de salud, crisis en la educación, crisis administrativa y un largo etcétera; lo cierto es que pocas cosas agotan más que la repetición. Y cuando las cosas dejan de significar, somos incapaces de entender las dimensiones de los problemas.

Si decir crisis educativa ya no nos espanta, no nos asusta, ni nos preocupa porque se ha vuelto algo “normal”, estamos en graves problemas. Nombrar incluso las crisis de manera precisa, es un paso clave para comenzar a encontrarle soluciones.

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E

n conversación con la lingüista Maia Sherwood exploramos la etimología de la palabra. Para empezar, crisis, se deriva del griego krísis (decisión), del verbo kríno (yo decido, separo, juzgo) y tiene como palabras derivadas: crítico (tanto en el “punto crítico”, que tiene el sentido de “crisis”, como en “pensamiento crítico”, que tiene el sentido de “juicio”).

De manera que desde el origen mismo de la palabra queda claro que se trata de una situación determinante. Algo cambia con una crisis, hay un antes y un después, pero sobre todo hay un proceso que atravesar que no necesariamente deriva en la tragedia.

Luego, Sherwood pasó revista por la evolución de las acepciones de la palabra en los diccionarios de la Real Academia Española de la Lengua. Repasemos pues:

Crisis

a.  Primera definición que ofrece la RAE (1729):

– crisis – Juicio que se hace sobre alguna cosa, en fuerza de lo que se ha observado y reconocido acerca de ella.

b.  Introducción de un segundo sentido (1780):

– crisis – Mutación considerable que acaece en alguna enfermedad, ya sea para mejorarse o para agravarse más el enfermo.

c.  En 1852, introducción de una extensión al sentido de “mutación considerable”:

 – crisis – Por extensión, se dice del momento decisivo de un negocio grave y de consecuencias importantes.

d.  En 1899, se añade la frase crisis ministerial:

– crisis ministerial: Situación de un ministerio cuando todos o parte de sus individuos pretenden abandonar sus puestos por hallarse en disidencia entre sí o con el jefe de estado.

e.  En el 1970 se añade:

– crisis – […] 1. Mutación importante en el desarrollo de otros procesos, ya de orden físico, ya históricos o espirituales. // 2. Situación de un asunto o proceso, cuando está en duda la continuación, modificación o cese.

f.  En el 1983 entra el sentido más general:

 – Por extensión, situación dificultosa o complicada. En lenguaje corriente, cambio total o parcial de un gobierno. Mala situación económica de alguien.

g. En el 1984 se añade:

 – Escasez, carestía

h. En 1989 se añade la frase crisis económica:

 – crisis económica: Ruptura del equilibrio entre la oferta y la demanda de bienes y servicios, que genera una fase depresiva de la coyuntura económica.

i. Definición actual en el DRAE (2014):

– crisis (Del lat. crisis, y este del gr. κρίσις).

1. f. Cambio brusco en el curso de una enfermedad, ya sea para mejorarse, ya para agravarse el paciente.

2. f. Mutación importante en el desarrollo de otros procesos, ya de orden físico, ya históricos o espirituales.

3. f. Situación de un asunto o proceso cuando está en duda la continuación, modificación o cese.

4. f. Momento decisivo de un negocio grave y de consecuencias importantes.

5. f. Juicio que se hace de algo después de haberlo examinado cuidadosamente.

6. f. Escasez, carestía.

7. f. Situación dificultosa o complicada.

-crisis ministerial.

1. f. Situación en que se encuentra un ministerio desde el momento en que uno o varios de sus individuos han presentado la dimisión de sus cargos, hasta aquel en que se nombran las personas que han de sustituirlos.

-gabinete de crisis.

1. m. gabinete constituido por altos cargos del Gobierno para afrontar una situación excepcional.

Esta evolución y llamémosle robustecimiento del contenido semántico de la palabra, explica la lingüista, no se debe necesariamente al uso constante y popular de la palabra. Más bien se trata del proceso natural de las palabras a partir del uso y del paso del tiempo.

“El sentido se va ajustando y aplicando a diferentes fenómenos en la sociedad”, apunta toda vez que detalla que es posible que sí suceda que a mayor uso, mayor definición.

En el caso de crisis, “las primeras definiciones conducen a pasar juicio y habría que preguntarse si ¿queda algo de eso en las acepciones más contemporáneas? La primera definición de lo crítico, tenía que ver con la enfermedad, con un punto culminante. Llegar al punto de crisis, a lo decisivo.

“Esa idea se empieza a aplicar a ámbitos más amplios. De manera que la evolución semántica es hacia una ampliación del sentido”, elabora Sherwood.

El significado original es más específico. Mientras menos específico a más cosas aplica

Entonces, de enfermedad vemos una transición hacia la idea del momento decisivo y al llegar a la década del 70 se observa “una mutación importante en el desarrollo de otros procesos”.

“El significado original es más específico. Mientras menos específico a más cosas aplica”, explica.

Ya en la década del 80 la definición es mucho más cercana a la que utilizamos en el tiempo presente.

“Ha ganado otro ajuste semántico. Ha pasado del momento de transición a también poder expresar una situación dificultosa complicada”, abunda la lingüista para quien si bien el diccionario recoge la manera en que utilizamos la palabra hoy día, no deja de ser cierto que hay una insistencia en la noción de crisis como una situación sin solución.

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C

on la palabra crisis estamos englobando una realidad multifacética que lo que nos comunica es dificultad. No tenemos memoria de la crisis como ese momento culminante del cual lo mismo puede salir algo bueno que malo”, dice Sherwood.

En el caso de crisis podría aplicar el fenómeno denominado: “saturación semántica” en el cual la repetición excesiva de la palabra la lleva a que en ocasiones la misma parezca un absurdo y se desconecte la palabra del sentido. A eso también se le conoce como “desgaste semántico”. Otro fenómeno que podría aplicar es la desemantización, que “se usa para describir la pérdida de un sentido léxico, por repetición, para dar paso a un sentido gramatical”. Como sucede en casos como haber, que antes significaba tener y que hoy día es un verbo auxiliar.

Ciertamente crisis en nuestro discurso tiene una connotación negativa, o sea que esa idea del momento decisivo la hemos olvidado y más bien tomamos la crisis como un estado casi definitivo

Sherwood, en su análisis de los datos lexicográficos, opta por el primero en el caso de la palabra crisis.

“La repetición, al ser tan excesiva, nos hace perder el contacto. Si tuviéramos conciencia del significado podríamos pensar que es un momento de decisión donde hay muchos posibles rumbos o caminos, pero en el momento actual ha habido un desgaste… Ciertamente crisis en nuestro discurso tiene una connotación negativa, o sea que esa idea del momento decisivo la hemos olvidado y más bien tomamos la crisis como un estado casi definitivo”.

Al mirar por ejemplo hacia los Estados Unidos, se observa que algo similar ocurre con términos como terrorismo y terror.

“Son palabras que también están en uso con una frecuencia altísima y tienen un desgaste porque el impacto de lo que significa terror se hace más liviano pero a la vez la omnipresencia de la palabra incluye un estresor en la psiquis colectiva”, analiza.

Entonces, ¿de qué hablamos cuándo hablamos de crisis? ¿Qué significan verdaderamente todos esos apellidos que le atribuímos: crisis alimentaria, crisis emocional, etcétera?

Valdría la pena recordar las viejas acepciones y al hablar de crisis también hablar de movimiento, de cómo salir de ella, de que decir crisis no siempre ha de significar un estado que lo define todo y que no resuelve nada. Usar la palabra cuando amerite, que se nos gasta y después no dice nada y terminamos por entender eso: nada.

Cosas del diccionario. Cosas de ser quienes definamos y no siempre dejarnos definir. Después de todo el lenguaje es del hablante, él lo usa, lo moldea, como la gran plasticina viva que es.

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