24/08/2014


Julia no era así

Cómo era Julia de Burgos y qué le inspiraba. Su sobrina la recuerda


C

onsuelo se encargó de los niños próximos a dejar el salón de clases de la escuela elemental en el barrio Cedro Arriba en Naranjito a petición de la maestra, que era su hermana. Todos la siguieron con la vista porque la joven mujer se sentó sobre una piedra bajo la sombra de un generoso flamboyán.

De esperar varios niños se cansaron y pronto la campana de salida les dio permiso para partir. Otros miraban expectantes a la maestra que no dejaba de escribir en una libreta. Era el año 1935.

“Mi mamá, que ya la conocía, sabía lo que estaba pasando: Julita estaba escribiendo un poema. Ella les decía a los niños, ‘esperen que van a ver algo grande’. Al cabo de las horas, ya casi anocheciendo, Julia regresa con un poema monumental, Río Grande de Loíza“, cuenta la licenciada María Consuelo Sáez Burgos una anécdota heredada de su madre, Consuelo.

Ella les decía a los niños, ‘esperen que van a ver algo grande’. Al cabo de las horas, ya casi anocheciendo, Julia regresa con un poema monumental, Río Grande de Loíza

A dicho barrio Julia -cuyo natalicio arriba al centenario este año- debía llegar a caballo, animal al que no le temía en lo absoluto acostumbrada a las correrías desde pequeña por el campo en su equino “Nacional” junto a su papá que galopaba a “Rocinante”.

“Cuando llegaba al área que todavía le llaman, “El Abanico” -el límite entre varios pueblos de la montaña- a Julia le gustaba parar en un lugar donde vendían caballos porque a ella le encantaban”, relata la sobrina de la autora.

“Llegaba esta muchacha de casi seis pies, porque Julia salió alta como su papá, que le decía a los macharranes ‘este caballo es bueno’ ‘este no es bueno’ y ellos la miraban como ‘¿qué hace esta muchachita opinando?’. Hasta que la vieron correr uno. Desde entonces, cuando necesitaban asesoramiento mandaban a llamar a la maestra”, cuenta entre risas Sáez otra memoria de los tiempos en que la poeta era maestra de escuela elemental en la isla.

Y ahí está Julia otra vez en la mira. Forzaron esa atención tanto su empeño en entender y vivir el mundo desde la igualdad con el varón y la sociedad, como sus poemas en los que desplegaba una singular voz poética nada recatada según los cánones de la época. Apenas era una joven veinteañera que quería ser algo distinto a lo que se esperaba de las mujeres en el Puerto Rico de su tiempo. Aunque no supiera bien qué. Aunque la pobreza mojara las alas de su inteligencia.

Anécdotas como estas son superadas por dos aspectos en la vida de la escritora nacida el 17 de febrero de 1914 en el Barrio Santa Cruz de Carolina y fallecida a los 39 años en Nueva York: la intensidad de su voz poética y de su vida personal.

Dado que resulta imposible obviar la fuerza de su poesía y su dominio del oficio de la máxima economía de la palabra, la discusión sobre Julia casi siempre se detiene en sus desafíos humanos, algunos reales, otros magnificados, varios solo mitos.  En más de cincuenta años eso no ha caminado mucho.

“Según iba viviendo, Julia se fue fortaleciendo como persona”, opina Mirelsa Modestti, guionista de un nuevo documental que se trabaja sobre la poeta el cual dirigirá Álvaro Calderón y que partirá de su primer poemario Poema en veinte surcos.

“Pero el contenido de su poesía hace a las personas olvidar que los escritores tienen un yo lírico, una voz poética. Es igual que los compositores que no todo lo que cuentan en sus canciones les sucedió”, insiste Modestti sobre la protagonista del documental que debe estrenar a finales de las celebraciones del centenario.

Separar ambas voces debe bajar algunas dosis de drama en la percepción sobre su vida que, sin duda, no fue color de rosas.

Ahora cualquiera entiende a Julia, una mujer libre que escribe según siente, que comparte con sus colegas varones desde la camaradería y el respeto pero nunca desde la inferioridad, que amó muchísimo a un hombre separado de su esposa, que cuando el desespero de no hallar respuestas válidas en la vida la consumía, recurría a la bebida.

 Hay que tener mucho cuidado de no agarrar un verso y convertirlo en portaestandarte de la personalidad de un escritor

“Hay que tener mucho cuidado de no agarrar un verso y convertirlo en portaestandarte de la personalidad de un escritor. Creo que hay una Julia de Burgos poeta que no siempre corresponde a la de la vida real. Su poema A Julia de Burgos es la prueba más grande porque con 23 años ella dice ‘yo soy la esencia de esto’. No puedes construir a Julia solo a partir de sus poemas”, alerta Modestti.

En una de sus cartas a su hermana Consuelo, cuenta Modestti, Julia dice: “escribí tal cosa (en un poema), ay madre qué trágica sueno”.

Sí, Julia también se ríe de sí misma.

RECUERDA LA FAMILIA

S

áez confirma que Julia tenía un agudo sentido del humor y cuenta un suceso -relatado en una carta- en la que en Cuba unas “damas encopetadas” le dijeron que parecía de Oriente y ella bromeó que caminó “dando saltitos” fiel a una antigua costumbre asiática. Pero se trataba del oriente cubano.

“Se me cayeron las alas de los sueños, te juro que sufrí tamaña decepción. ¿Te estás riendo? Pues ahora sí que soy oriental”, escribió en la misiva con fecha del 1941.

“Vamos a decir que Julia era profunda hasta en las bromas que hacía. Como tenía el ingenio para la poesía, tenía el ingenio para la chispa de la broma y la misma profundidad. Mami y Consuelo Lee Corretjer me contaron que cuando estaban en una tertulia, Julia no hablaba mucho pero cuando lo hacía la escuchaban porque sabían que iba a decir algo importante”, afirma la sobrina.

Además de su estatura destacaba su tez trigueña y las mejillas sonrosadas.  “Decían que tenía una belleza profunda, distinta, mística. Le gustaba nadar”, dice Sáez, “era la mayor de siete hermanos y cuando su mamá iba al río a lavar ropa en Pozo hondo o en Quebrada limones ellos nadaban”.

Ese entrenamiento correteando en el campo le hizo destacar en deportes en la escuela superior de la Universidad de Puerto Rico a donde llegó en el 1928.  La escritora dominaba el inglés que aprendió en la Isla.

La sobrina resalta que a la poeta “le fascinaban las matemáticas y la geometría”, materias en las que impartía tutorías. De ahí su creencia de que la poesía “era infinita” y que aparecieran alusiones en sus versos como “nada entre nada y nada, cero entre cero y cero, y si entre nada y nada no puede existir nada, brindemos por el bello no ser de nuestros cuerpos” del poema “Nada”.

Si un sinónimo fuera requerido para Julia, Sáez indica que sería “justicia”.

“Ella vivía los valores en forma esencial, primaria, en lo más profundo del valor. No toleraba bajo ninguna circunstancia la injusticia. Era auténtica y contundente en sus posiciones”, sostiene y agrega que en el poema A Julia de Burgos ella plantea muy bien ese debate suyo entre la esencia y la forma.

Ella vivía los valores en forma esencial, primaria, en lo más profundo del valor. No toleraba bajo ninguna circunstancia la injusticia

“En ella prevaleció la esencia y trató de vivir su vida a la altura de la esencia cuando la vida se compone de tantas formas. Eso provocó muchas maledicencias y malas interpretaciones”.

NO FUE ASÍ

E

n un viaje a República Dominicana, Sáez se encontró con el gran amor de Julia, Juan Isidro Jiménes Grullón, un intelectual dominicano que conoció a la poeta en una visita a Puerto Rico.

Julia y Juan Isidro vivieron juntos en Cuba. La traumática ruptura de esta relación provocó la partida de ésta a Nueva York, ciudad a la que arribó por primera vez en el 1940.

“Juan Isidro era un erudito, cultivado académica y políticamente así que cuando viene es una figura sumamente importante. Se fija en Julia y ella en él y eso trae ronchas. La relación se da en la mejor condición de sapiencia del uno y del otro pero había unas circunstancias que rodeaban esa situación; él estaba separado pero casado con una francesa. Dan el paso y se van a vivir juntos en el 1939, imagínate lo que eso causó”.

Sáez lo conoció en su casa en Santo Domingo.

“Hablaba pausado, aunque mayor era guapo todavía. Me abrazó y me decía ‘carne de Julia, sangre de Julia’. Me decía que Julia era brillante, que a veces él se sentaba a escribir algo y si no le salía una palabra le preguntaba a Julia y ella le decía una certera. Insistía en que su talento era enorme, que era toda poesía”.

Hablaba pausado, aunque mayor era guapo todavía. Me abrazó y me decía ‘carne de Julia, sangre de Julia’

Agrega que El mar y tú lo escribió Julia en Cuba y refleja su aspiración a que ese amor se legalice y se estabilice y, a la misma vez, habla del dolor absoluto del rompimiento.

Poco negativo se ha dicho de sus poemas pero con su persona ha habido un festín: desde conjeturas sobre sus relaciones de amistad o amorosas hasta de las causas de su muerte, entre muchas otras. Las críticas han venido de distintos sectores.

El hecho de que sobrevivan tantos rumores significa para la familia “un dolor que no tiene parámetros”. “Que todavía se sigan repitiendo cosas que no tienen fundamento alguno y sin base real se convierten en la contradicción de la justicia. Es increíble”.

Julia no tuvo moldes que seguir en una sociedad paternalista. Sin darse cuenta abrió el camino hacia la entonces lejana modernidad y, al hacerlo, su reputación y espíritu sufrieron las consecuencias. Por momentos parecía sabotear sus genuinos deseos de avanzar.

“Creo que lo más difícil para ella fue tratar de vivir a la altura de los valores absolutos y enfrentarse a que la realidad de la vida lo que hace es contradecirlos. En un espíritu como el de ella y con una sensibilidad sin parámetros que la hacía asumir como dolor propio todas las injusticias en el mundo, era bien difícil. Julia lo sufría y lo disfrutaba todo al máximo y la gente a veces no puede entenderlo”, culmina Sáez quien agrega que antes que culminen las festividades del centenario se publicará un libro que recoja inéditas las cartas de Julia a su hermana Consuelo.

Entonces por fin Julia contará.

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LA VERDAD SEGÚN LA FAMILIA 

1-Abortó- El rumor lo provocó el poema Poema a un hijo no nacido sin embargo éste lo inspiró la esterilidad de la escritora. Su ex pareja, el dominicano Juan Isidro Jiménes Grullón, confirmó que Julia siempre tuvo deseos enromes de tener un hijo.

2-Nunca quiso regresar a Puerto Rico- En cartas enviadas a su hermana Consuelo en el 1953, quien quería que la autora pasara su enfermedad en la Isla, ésta le decía que quería regresar sana “y que las flores me reciban”. “Quiero pasar días en el mar, quemándome del sol como en nuestros días juveniles, y poder volver a mirar a mi río con los mismos ojos tranquilos y añorantes que cuando fui su novia”.

3-No estudió en la universidad- La poeta recibió el certificado de maestra normalista en la Universidad de Puerto Rico en el 1933 y luego siguió tomando cursos diversos. Durante su vida con Jiménes Grullón en Cuba pudo pagarse varios cursos de idiomas, ciencias y ciencias sociales en la Universidad de La Habana (era escritora y traductora) y la experiencia fue vital en su vida. El fin de su relación amorosa y su partida a Nueva York acabaron ese sueño. Siempre quiso estudiar en una de las universidades neoyorkinas.

En una carta a su hermana luego de estudiar en Cuba dijo: “bueno Consuelita, ya lo decidí, vamos a estudiar Derecho y a montar un bufete: Burgos y Burgos, abogadas notarias”.

4-Estaba sola en Nueva York- Gran parte de la familia de Julia emigró a dicha ciudad y mantenía contacto con ella. Sáez afirma que su hermana Angelina se percató de que algo le había sucedido a la poeta cuando faltó a un cumpleaños familiar aunque hay soledades internas que no pueden negarse. Angelina se dio a la tarea de buscarla y halló su cuerpo en un depósito de cadáveres.

5-No tenía buena relación con autores varones- “Ellos la adoraban”, dice Saez sobre Luis Palés Matos, Luis Llorens Torres o Evaristo Ribera Chevremont, entre otros, “desde que estudiaba en la universidad en el 1931 ella no tenía pudor en reunirse en tertulias literarias con ellos. Y una mujer poeta y bohemios eso era…, ellos podían pero ella no”.

6-Murió alcoholizada en una acera en Harlem, Nueva York- Se ha comprobado que Julia padecía cirrosis hepática y poco antes de morir había salido del Goldwater Memorial Hospital, en Welfare Island, donde fue sometida a un tratamiento experimental con hormonas para intentar controlarlo, según constató la historiadora Grisselle Merced.

“Eso (morir embriagada) ha sido falso y la familia allá lo confirma. Lo de los tratamientos, Julia decía en sus cartas que era “un conejillo de Indias”. Lo aprobó (el tratamiento) pero en las cartas notas que no sabía bien lo que era. Era indigente en un hospital. Nunca se supo si fue sometida a ese experimento por pobre o por sus creencias políticas, comoquiera fue terrible”, subraya Sáez en torno a su ocaso ocurrido en el 1953.

Merced postula que Julia se había unido a Alcohólicos Anónimos y encaminaba su vida. La familia indica que Julia se desplomó en la acera y le robaron la cartera de modo que no portaba identificación alguna. Murió de pulmonía según el parte médico.

7-Julia era nacionalista y comunista- Era nacionalista y se enlistó en el ala femenina de dicho partido en la isla. Tuvo afinidad con la justicia que proponía la doctrina comunista.

8-Fue rica económicamente- La pobreza económica que la acompañó toda la vida no le dio la opción de defenderse. Salió de un barrio rural pobre en Carolina a vivir en dos espacios urbanos humildes en Río Piedras antes de emigrar a Nueva York donde también residió en zonas marginadas por la pobreza. Dicho estatus económico impidió cumplir sus deseos de estudiar y viajar.

9-Era lesbiana- Se afirma esto por el poema Pentacromía en el que decía: “Hoy, quiero ser hombre. Subir por las tapias, burlar los conventos, ser todo un Don Juan; raptar a Sor Carmen y a Sor Josefina, rendirlas y a Julia de Burgos violar”.

“Si lo hubiera sido, perfecto, pero no lo fue. ¿Cómo llegas a una concusión como esa por un poema?”, cuestiona Sáez.

10-El fin de su relación con el dominicano Juan Isidro Jiménez Grullón la destruyó- Si bien fue uno de sus más terribles episodios, Julia se recuperó y luego de casó en el 1944 con el músico boricua Armando Marín con quien vivió en Washington. El primer esposo de Julia fue otro puertorriqueño, Rubén Rodríguez Beauchamp, con quien se casó en el 1934 y de quien se separó en el 1937.

 

 

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