07/09/2014


Lectura/Locura

Que una cosa llevaba a la otra escuchaba de niño el escritor Carlos Vázquez, Premio Nuevas Voces del Festival de la Palabra 2014. Más pudo su gusto por la lectura


L

o que pasa es que lo que le ofrecía la lectura lo llenaba de valentía. Por esa oportunidad de soñar, de aprender y de viajar a través de las letras, el entonces niño que vivía en el Barrio Hato de San Lorenzo, Carlos Vázquez, desafiaba el temor que le producía una frase que escuchaba con frecuencia: “no leas mucho que te vuelves loco”.

“En cierto momento, por temor a la locura, me despegaba de leer pero no podía parar, era algo más fuerte que yo. Así que llegué a la lectura a partir de una frontera seudo investigativa: hasta qué punto puedo leer sin rayar en la locura. También empecé a ver gente loca en el pueblo y me dí cuenta que no habían ido a la escuela y no habían leído, eso empezó a invalidar y a cortarle las patas a los argumentos que me daban las autoridades que eran los otros”, cuenta con su dicción correcta y espontánea.

Leía la enciclopedia en casa de unos vecinos -jugar “a los libros” llamaba esa práctica en la que nadie lo acompañaba- y devoraba libros mojados que su papá traía a la casa tras hallarlos en la basura.

“Separábamos las páginas para que se secaran y quedaban como un abanico abierto”, cuenta.

Leía todo lo que fuese “literario y fantástico, todo lo que desafiara”. Entre otras cosas los cómics “que desafían la gravedad y las estéticas porque nadie va por ahí caminando en spandex y con la admiración de la gente como un súperheroe”.

Uno de esos libros que terminaron luciendo como abanico abierto le llamó tanto la atención que lo conserva hasta hoy, La mujer sin sombra, de Hugo Von Hofmannsthal.

“Ay Dios mío qué libro. Era un nene y no lo entendía muy bien, todavía no lo entiendo muy bien. Es una novela medio fantástica, breve, tenía aspectos míticos: ese personaje tenía que meterse en una cueva a buscar su sombra porque si no moría. Es un libro que quiero muchísimo”.

De modo que como una especie de carimbo, señala, ostenta una marca invisible que dice “CVC (Carlos Vázquez Cruz) se atrevió a leer y salió ileso”. Considera que ese temor por la lectura viene de los mitos “y mitos significa falso, por lo tanto es un temor falso”.

“En realidad el temor es real pero la causa es falsa”, insiste y agrega que el poder de la letra provoca miedo en quienes no quisieran que otros se expusieran a nuevos mundos.

La palabra puede revelar muchas cosas. Puede encararnos con cosas de nuestras vidas, convicciones que no queremos, puede desajustar las certezas

“Dentro de esos encubrimientos la palabra puede revelar muchas cosas. Puede encararnos con cosas de nuestras vidas, convicciones que no queremos, puede desajustar las certezas y nos pone ante todo un espectro de posibilidades existentes y validadas en la realidad y que no tienen que ser las mías”, indica.

Entonces no solo leyó sino que también escribió.

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E

l padre de Vázquez tocaba guitarra. A Vázquez le gusta cantar -integró el Coro de Conciertos de su alma máter, la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras- y reconoce que “la música me marca”. No extraña entonces que su primer intento uniendo palabras por su cuenta fuese una canción.

 “Pero quien me define como escritor es el escenario de la UPR en Río Piedras, la universidad para mi fue como un huracán categoría cinco”, cuenta entre carcajadas sonoras ese comienzo de la década del noventa.

“Hubo encuentros, desencuentros todo ese conocimiento va llegando y me desestabiliza y me pareció saludable la oportunidad de reconfigurarme como persona. En mi caso la UPR me dio la oportunidad de tomar mis piezas y elegir cuáles iban a construir la mentalidad del sujeto Carlos Vázquez. Ahí estaban las piezas para la madurez. Creo que por eso decidí hacerme profesor”, considera.

asado a las doce

Con su libro Asado a las doce, Vázquez se “asumió como autor”. / Suministrada

Con Asado a las doce -texto finalista en los Premios del PEN Club local- se asumió como escritor y Dos centímetros de mar le ganó la admisión al Programa de Escritura Creativa de la Universidad de Nueva York y la Beca Santander. Malacostumbrismo mira a El Gíbaro, de Manuel Alonso, por los costados, por la espalda, por todos lados menos de frente. Ahí los jíbaros hacen otras cosas.

“Cuando decidí escribir pensé cómo iba a alcanzar lo mejor para la persona que representaba lo mejor para mi, que era mi madre y había fallecido”.

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H

ablemos de oficio. Como escritor Vázquez ha manejado varios temas, incluído el homoerótico y la pornografía liviana. Siempre anda en busca de varias cosas. Lugares de desajuste en los diálogos es una de ellas.

“No solo del momento sino también con lo que he hecho anteriormente”, dice quien el mes pasado fue designado Escritor Residente de San Lorenzo, donde ofrecerá talleres de escritura creativa gratuitos como ha realizado por la isla con el PEN Club, el Salón Literario Libroamérica y el Departamento de la Familia.

“Yo trato de moverme de un sitio a otro, de un género a otro y de una estética a otra que nunca sé cuál es pero es muy difícil de clasificar en el grupo que esté participando”.

Acepta ese cruce de géneros constante so pena de no ser entendido.  “Claro, pero quien más que menos lo que se lleva es una historia o una escena y como dice el poema ‘se hace camino al andar’. Ese es el tipo de escritura que me gusta, la que está en su género. Me siento muy tranquilo, lo que me importa es que mi producto me convenza. Si a la gente le gusta y a mi no me convence, no sale”.

A veces uno se encariña con cosas que tienen que morir antes que el libro nazca. Uno tiene que mantener el rigor, la experimentación y el riesgo, ese es mi lema y por eso me estoy moviendo todo el tiempo

Porque siempre aspira “a lo más que puedo dar y a lo mejor que puedo dar”. “Ahí hay una diferencia sustancial porque muchas veces lo más que puedes dar no es lo mejor, se va a un nivel de exceso que no necesariamente favorecen la estética y la propuesta literaria. A veces uno se encariña con cosas que tienen que morir antes que el libro nazca. Uno tiene que mantener el rigor, la experimentación y el riesgo, ese es mi lema y por eso me estoy moviendo todo el tiempo”.

Si bien lleva una carrera literaria que pasa una década de vida, recibir un premio que se llame Nuevas Voces -que le concede $5 mil auspiciados por Beta Book Café- le parece una invitación a continuar creando.

“Contrario a la vida cronológica”, opina, “la voz no se hace de la noche a la mañana en la literatura, tu primer libro no necesariamente significa que tu voz está madura”.

“Yo me siento muy complacido de recibir un premio que se llame Nuevas Voces. Si pienso que en Puerto Rico hay voces literarias sólidas como Luis Rafael Sánchez, Ana Lydia Vega, Edgardo Rodríguez Juliá, Magali García Ramis o José Luis Vega que siguen experimentando la literatura, pues el Premio Nuevas Voces lo que hace es reconocer e invitar”.

“No me importa si es un rito iniciático, yo me siento bien orgulloso de recibir este premio que me dan mis pares y bien orgulloso de los escritores puertorriqueños”, insiste sobre el galardón anteriormente obtenido por Jeannette Becerra y Ángel Antonio Ruiz.

A los boricuas que no conocen su literatura les tiene un mensaje: “para ustedes escribimos”. “La labor de un escritor también es para honrar al país”.

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L

a locura es relativa. Hoy varias cosas vuelven loco a Vázquez. Por ejemplo, descubrir y leer textos que le causen asombro. La fabulación del brasileño Mario Andrade, el barroco del cubano Severo Sarduy, la poesía de la uruguaya Marosa di Giorgio, las novelas de Macedonio Fernández.

“Y todo (Luis) Palés Matos y Ángela María Dávila que sigue gustándome cada día más. Yo no sé si como ella va a aparecer alguien más, lo que es triste. Me gusta más que Julia (de Burgos) y mira que me gusta Julia. Eso es casi pecado mortal”.

También le vuelve loco “honrar a mis compañeros autores de esta época”.

“Eso me hace sentir que tengo que ponerme al día, que tengo que respetar el oficio de mis compañeros porque estamos haciendo a Puerto Rico juntos en la literatura. Como escritor tengo que ser un lector informado y quiero admirarlos si el trabajo lo amerita. Si queremos hacer literatura debe ser buena, si hay algo que no tolero es la chapucería, eso no es negociable y si la veo no la respeto. Por aquellos que se rompen el pellejo en conseguir calidad no puedo aceptar menos”.

Si queremos hacer literatura debe ser buena, si hay algo que no tolero es la chapucería, eso no es negociable y si la veo no la respeto

Cuando iba a escribir un capítulo de Dos centímetros de mar se inspiró en el libro del Apocalipsis de la Biblia, quiso captar su espíritu. Se sentó en la mesa con siete biblias a contrastar el escrito. Su hermana lo miraba desde la cocina donde cocinaba.

“Termina de mover el arroz, sacude la cuchara, me mira y me dice: ‘Carlitos, ¿tú no te vas a volver loco verdad?’. Yo le dije, ‘no, nena, no'”, revive el momento con una carcajada.

Ya es muy tarde. La locura pasó de largo.

ares carlos vazquez

El autor suele escoger distintas editoriales locales al publicar sus libros para variar el fondo de todas. Ares es su próxima entrega. / Suministrada

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