11/01/2015


Marina Barsy: grita la piel

Su performance dejó la palabra “colonia” marcada en su espalda para así reflexionar sobre el efecto de la experiencia colonial en el cuerpo y el individuo


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ay muchas formas de hablar de lo que es o no es un performance. Hay teoría. Hay lectura. Hay análisis. Hay crítica. Hay, sobre todo, historia y cuerpos que la cuentan.

En este caso, pausa para una digresión y un juicio, pues en el caso de quien escribe, más allá de las consideraciones del mundo del arte, un performance por lo general me hace sentir como si estuviese acudiendo a algún tipo de rito: alguien expone aspectos muy profundos de su sensibilidad a mi mirada y, eso, algo me hace.

Apalabrar sensaciones siempre es un ejercicio incompleto, pero básicamente así -como ver un rito- podría decir que se vivió la experiencia de presenciar el performance (De) Colonial Reconquista que la artista Marina Barsy Janer realizó a fines de año en nuestro Museo de Arte Contemporáneo (MAC).

La cita fue a las dos de la tarde en el patio interior del museo santurcino. Allí, la artista, de torso desnuda y con la cabeza recién rapada, esperaba a los espectadores en absoluta concentración. Llevaba una falda larga blanca con dibujos del mapa de Puerto Rico y representaciones simbólicas de lo colonial. A su lado, una mesa con materiales que en breve habría de manejar la tatuadora Lidiette del Valle. En otra mesa, más retirada del centro del patio interior, el abogado notario José R. Maldonado Velázquez preparaba los documentos que -valga la redundancia- documentaban la acción artística.

Marina Barsy

Sentadas en fila, Olga Orraca Paredes, Yma Ríos Orlando, Marisel Robles, Rosa Janer Aponte, Soraya Serra Collazo, Awilda Sterling y Angelí Vélez esperaban su turno para integrarse al performance en el que la acción artística principal sería el que cada una de estas mujeres -figuras destacadas en distintos campos del saber en el país- dibujarían la letra que posteriormente la tatuadora grabaría en la espalda de la artista. Cada letra, tinta nueva. La palabra: colonia.

Como parte del espacio, sonidos vinculados a la historia del país: discursos, fragmentos de anuncios o filmes, se escuchaban de fondo de manera esporádica. Asimismo, una cámara que en distintos momentos era manipulada por el público -enfocada o desenfocada- formaba parte del espacio y la narrativa visual.

Lo que allí sucedió no duró mucho tiempo. En poco más de una hora quedó la espalda marcada para siempre con la palabra colonia, acción a la que le prosiguieron una serie de gestos y acciones (ruptura de un espejo en el patio del museo, uso de pañuelos rojos por parte de las mujeres participantes, uso de un espejo en su nuca, dejarse escribir en la cabeza la palabra colonia por todas las colaboradoras) que abonaron al simbolismo de la acción. Sin embargo, allí pasó mucho más.

Porque la realidad es que esta podría ser la historia de una muchacha que se tatúa la espalda, pero esta es la historia de todos nosotros.

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ías antes la conocí. No habían marcas aún en su espalda pero la idea estaba clara. La acción, sobre todo, debía servir como un espacio para hablar acerca de lo que le hace la experiencia colonial a un ser humano, en su carácter personal, en su capacidad de desempeñarse como individuo, en su autoestima. También debía servir como plataforma para retratar el ordenamiento social en el país y cómo los artistas -de la colonia- tienen que operar y moldear sus discursos a los requerimientos del estado no estado.

Marina Barsy

Por ejemplo, en un principio, se conceptualizó el proyecto artístico pensando que serían las propias mujeres invitadas quienes tatuarían a la artista. Sin embargo, al no contar con el permiso del Departamento de Salud, algo indispensable si se realizaba esta acción en un museo, hubo que modificar esa primera intención hasta llegar al hecho de que las mujeres escribieron la letra y fue la tatuadora profesional quien utilizó la marca realizada para trazarla definitivamente.

De la misma manera, era el deseo de la artista que la letra que cada mujer escribió le perteneciera a cada una de ellas. Por ello estuvo allí el abogado notario para certificar los títulos de propiedad. Sin embargo, el ordenamiento jurídico impide cosas como el que, por ejemplo, de morir la artista no podría donarse el tejido a cada mujer debido a que según nuestras leyes, sólo se puede hacer esa donación a profesionales de la salud certificados para recibir dichos donativos. Al día de hoy la letra les pertenece, podrían incluso extraer el pedazo de la piel de la artista que fue marcado con su letra -que le pertenece y por la cual tiene derechos de autora- mas no reclamar el tejido después de la muerte.

Y si bien todo esto son posibilidades casi del todo hipotéticas, sin duda, reflejan una realidad respecto a nuestros cuerpos y a quién le pertenecen que, a Barsy Janer, le interesaba mucho explorar.

La artista, cuenta, no era particularmente militante antes en materia relacionada al estatus político de Puerto Rico. De hecho, su performance, aunque aborda el tema de manera directa, no lo hace desde las tradicionales miradas de nuestros partidos políticos sino que más bien lo hace desde el cuerpo, desde el yo y el otro.

“Hay una relación muy profunda con el calado porque aunque se están tatuando las letras, realmente es como hacer visible algo que siempre ha estado ahí. Ya mi cuerpo es colonia”, explicó la artista quien días después del performance realizó una caminata hasta el Capitolio.

Este performance es sobre la visibilidad, es un grito de la piel… la rabia de ver cómo estamos completamente esclavizados se convirtió en creatividad

La inquietud surgió luego de vivir tres años fuera de Puerto Rico, periodo en el que ha estado estudiando su doctorado en Teoría e Historia en la Universidad de Essex, en Londres. Como le sucede a muchos puertorriqueños en el extranjero, tuvo que explicar una y otra vez nuestra relación política con los Estados Unidos. Ahí, al llevar a la voz alta la realidad,  “la rabia de ver cómo estamos completamente esclavizados se convirtió en creatividad”, dice.

“Cuando regresas a Puerto Rico te choca todo eso. Por ejemplo, con el uso del carro. Hay un control sobre el transporte, no nos podemos trasladar en nuestro propio país. El que no tiene carro no tiene acceso a la movilidad. Este performance es sobre la visibilidad, es un grito de la piel”, elabora la artista quien reconoce que el hecho de tatuarse la piel con esa palabra “es un compromiso, va a estar conmigo, el grito no se acaba”.

De hecho, en su manifiesto expone: “La inscripción sobre la piel ha sido recurrente en los terrenos del cuerpo, como signo detonante de significantes ante la performatividad del sujeto en sociedad. Este trabajo representa la definición social del cuerpo como terreno ciudadano, su política dentro del suelo nacional y la memoria cicatrizada en éste”.

La experiencia de ver a la artista tatuarse o más bien revelar lo que ya está en su piel, propone además reflexiones en torno a la idea de descolonizar los cuerpos, las mentes, primero. “Hay que desaprender”, afirma.

Igualmente, hay una serie de sintonías con la experiencia del agotamiento que provoca el aguantar dolor y con la idea de que parte de asumirse es entender la realidad que se vive, algo así como llegar a la mayoría de edad en el plano personal y, por ende, colectivo.

A juicio de Barsy Janer era importantísimo que fueran mujeres quienes participaran del proceso. Después de todo “lo colonial pertenece directamente al machismo”, dice quien se considera feminista entre muchas razones por cómo se hermana con una larga historia de lucha. “Estamos diciendo que las palabras no están muertas”.

En su espalda, una palabra supuró. Como supura todos los días el cuerpo vivo de nuestro país a medio andar.

 

 

 

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