07/02/2014


Seres de tinta y carbón

Las actitudes de varios sujetos despertaron la mano del artista Nelson Sambolín quien intentó capturar su esencia en esta serie de ocho retratos


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ira que Nelson Sambolín los había observado. Algunos en silencio, sin conocerlos personalmente o intercambiar palabras. Otros con la cercanía que proporciona una confianza añeja y total. Hasta que llegó un día en que tanta observación e información contenida emigraron directo al papel. La serie de ocho retratos Seres, apareció culminando así cuatro años de trabajo.

“Yo llevaba tiempo trabajando, tenía esta inquietud hace mucho”, confiesa el artista salinense con taller en Santurce quien exhibió algunos de los retratos en la muestra Vistazo, celebrada en su pueblo natal.

“No quiero llamarle personajes porque no tienen nada que ver con el teatro ni con la idea de (Francisco) Pancho Rodón que hizo retratos de (Luis) Muñoz Marín, Juan Rulfo o Alicia Alonso. Estos son seres, gente que uno ve por ahí, que uno imagina que conoce y a veces no es así pero por alguna razón te interesan”, describe el pintor, dibujante, grabador, artista y profesor por varias décadas en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras.

Entonces Sambolín comienza a relatar cómo los “seres” se cruzaron en su vida y el cuento brota cómo debió haber fluído la tinta.

“Mira el caso de Helen”, menciona sobre una de las protagonistas de un retrato, “era una mujer norteamericana, negra, que caminaba mucho por el área metropolitana y vestía ropa encontrada que se le ceñía al cuerpo de tal manera que parecía una escultura caminando; ya era parte de su cuerpo. Era bella, tenía una piel perfecta. Nunca la oí hablando pero me cuentan que hablaba inglés”, enumera particularidades del rostro en el retrato Helen en la calle Luna.

Sebastián en la calle de los artistas, está dedicado a un fenecido gran amigo de Sambolín de igual nombre. “A veces, junto con Teófilo Torres, nos íbamos a barrer todas las barras de mi barrio El Coquí, en Salinas. Era un tipo sensacional, enorme, de seis pies y pico, culto, era maestro”.

Si miras bien, una de las figuras luce de espaldas. Es Catalino “Tite” Curet Alonso. “A veces yo me sentaba en la Plaza de Armas en el Viejo San Juan a conversar con Tite hasta que se levantaba a caminar a su casa que era el edificio amarillo frente a esa plaza”, rememora el artista, “en sus últimos años, con mucho trabajo lograba ponerse de pie, caminaba con lentitud y un poco doblado por los años. Yo me quedaba observándolo, nunca con la intención de hacer un retrato pero me salió”.

Yo me quedaba observándolo, nunca con la intención de hacer un retrato pero me salió

Y lo tituló Contra la pared porque le parece que “es como un bolero de despecho, al estilo ‘según tu punto de vista yo soy la mala”. “Él está en esta disputa de dar la espalda y seguir de largo”, opina.

Un sombrero violeta salta a la vista. Corona el perfil de un hombre barbudo. Se trata de la pieza Jesús o Ché: tránsfuga de la ilusión.

“Yo lo que observo son las actitudes”, revela en torno a los sujetos en sus piezas, “algunas de rechazo a todo, en otras yo leo la prisa por llegar a ningún lado, en otras veo enajenación o lo contrario, una inteligencia bien grande pero perdida que sale para algún lado pero lo que no sabe la persona es para dónde. La búsqueda es resolver ese conflicto de esa inteligencia perdida”.

SOMBRERO A LA CARTA

Sambolín indica que todos los retratos fueron hechos en papel y que “lo primero que hacía era el sombrero”.

“Es una mancha con aguada acrílica”, precisa, “coloco un poquito de pintura bastante líquida sobre el papel y voy guiando la mancha, cogiendo el papel por ambos extremos y volteándolo para ir guíando la correntía de la tinta por la superficie. Los excesos se los saco con papel absorbente y se forma esta mancha que es el punto de partida”.

Trabajo con carbón de lechonera, bien negro de verdad, que contribuya tanto por su acento como por su accidentalidad

Porque justo ahí integra un nuevo elemento al proceso creativo. “Trabajo con carbón de lechonera, bien negro de verdad, que contribuya tanto por su acento como por su accidentalidad. Así el retrato va cogiendo su propia sicología que prácticamente es quien me lleva a mi”, declara sobre las piezas logradas en formato mediano.

La goma es muy valiosa en el proceso “porque es una forma de dibujar”. “No la uso para borrar sino para producir áreas blancas, destellos y líneas”, describe otro aliado al pintar.

UNO QUE OTRO NO

Sambolín “jamás” bautiza una pieza con el famoso Sin  título. “Yo no sé, eso sería como una casa grande y bonita pero vacía. Al contrario, yo le pongo interés a escoger un título. Me da trabajo escoger las palabras aunque tenga la esencia de lo que quiero decir”.

Otro de sus nunca incluye limitar su área de trabajo a un espacio determinado como sería su taller en Río Piedras. “Yo trabajo donde sea”, proclama dicha capacidad que eleva al grado de virtud.

El artista subraya que los creadores deben estar “dispuestos a lo que uno hacía cuando niño que cogía un canto de palo y hacia un dibujo en la arena o cuando tiraban una acera en el barrio esperar que se fueran los trabajadores y dibujar en el cemento fresco”.

Esa espontaneidad le ha aconsejado coleccionar los cientos de dibujos realizados con los creyones y el papel que cubre los manteles en algunos restaurantes de la isla, imágenes que luego edita con aplicaciones en su celular.

Las mismas que hoy equivalen al palo de madera conque lograba formas en la arena.

 

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