uchacha, yo aprendí a hacer caballitos de pica hace como cincuenta años, cuando era muchacho”, recuerda Roberto Maldonado quien compartió anécdotas sobre las tallas que realiza en el  Museo de Arte, Historia y Antropología de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras.

“Yo aprendí con un señor que se llamaba Haddock, creo que su nombre era Santiago, y era de Toa Alta. Desde jovencito nos íbamos por los pueblos a arreglar los caballitos que se les partían las patas. Así empezamos. Yo tenía como veinte años o hasta menos”, rememora el artesano de 78 años residente en Las Lomas, San Juan.

Era la década del cincuenta y los caballos de pica ya llevaban dos décadas rondando nuestra geografía. Sin embargo, todavía “la gente se volvía loca cuando empezaban a montar los picos de la pica en sus pueblos”.

“Rapidito inundaban el área donde estaban las picas, recuerda que era un boom y la gente quería saber cómo era eso. Las picas venían de California porque allá las suspendieron. Las primeras picas vinieron de allá”, declara convencido sobre el juego catalogado por el Estado como de azar, lo que limita su permanencia en un mismo sitio.

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e doce, 18, 24 y hasta de 30 caballos eran los distintos modelos de picas que llegaron a la Isla a inicios del siglo pasado, según explica Maldonado. Pero aquí el que pegó -y predominó- fue el de 24 caballos.

“Si le presentas a la gente el de 30 ni lo juegan porque no lo conocen”, afirma.

Entonces entramos en materia. El artesano explica detalles del juego. “Si usted pone cinco centavos le pagan un dólar si su caballo gana”, resume.

Los caballos están montados en una pieza que le llaman “el ombligo”. “Es como un carrusel pero virado para abajo. Yo preparo algunos en aluminio pero de fábrica venían en bronce”.

Con una maniavela se impulsa la velocidad “y eso corre ‘free Willy‘ por ahí para abajo, puede dar 50 ó 100 vueltas después que se hala la manigueta”.

Por lo general hay cuatro líneas de caballos corriendo en forma circular. La de adentro se detiene primero y así sucesivamente van parando las otras hasta la última, que es la de afuera.

¿Cómo gana el caballito? “La meta está en el mismo frente de la pica y el que llegue a esa línea del centro es el ganador”.

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aldonado usa maderas nativas -flamboyán, mangó, aguacate- para hacer sus tallas. Corta el pedazo con una máquina y con cuchillas de distintos tamaños le da el estilo preciso a la pieza que tiene jinete y atuendo propio de la competencia deportiva. La cuchilla es suficiente. “La manejo de los más bien, no necesito más instrumentos”.

“Le damos tratamientos a la madera para evitar la polilla y el comején. Antes se hacían solo en cedro pero salen muy caros y ya la gente no paga tanto por ellos. Ahora mismo los caballitos de pica que yo vendo de maderas nativas son a $95”, asevera.

El artista indica que “lo bonito” es hacer también el jinete. ” Usamos colores brillantes y la gente prefiere un solo color en toda la ropa”, dice, “aunque también hacemos combinaciones”.

Los caballitos tienen “doce o trece” pulgadas de largo. “Antes algunos llegaban a medir quince pulgadas de largo y eso era demasiado”, declara.

Maldonado subraya que “todos deben pesar igual” puesto que el exceso de uno afecta el movimiento de todos “y se viran”.

“Para que queden balanceados deben pesar lo mismo. Si no tienes más nada, pues le pones una chapita de plomo a los más livianos y así vas emparejando para que todos pesen igual y no se viren”.

Las picas que hay en la Isla “son bien viejas y bien grandes”. “El problema es transportarlas, porque a la gente le siguen gustando los caballitos, jugarlos o mirarlos. Hay personas por ahí comprando picas viejas, sacándole los caballitos para venderlos  -porque ahora valen mucho- y vendiendo el resto”.

De un nutrido grupo de artesanos que los trabajaba, Maldonado teme ser el único que queda activo en este arte. “Ojalá y otros aprendan. Este es mi trabajo, yo me entretengo con esto y con esto sigo”.

Y mientras haya caballos de madera, habrá pica.