Rey Pascual le pasó como a los pescadores, se fue mar adentro dejando la costa de su Maunabo natal y regresó. Con otros ojos, con muchas vivencias en sus redes y un inmenso deseo de compartirlas. De ahí surge La Promesa, el documental que produjo y que el próximo 21 de noviembre tendrá su premiere en dicho pueblo.
“¿Qué hace un jibarito de la calle “Los perros” en el pueblo de Maunabo actuando en un teatro frente al Río Sena en París?”, recuerda el veterano actor que se preguntaba mientras vivía ese episodio de su carrera artística en el 1975.
Lo mismo se cuestionó cuando actuó en La Habana, en Santo Domingo, en Nueva York, en decenas de telenovelas que se veían por toda la Isla, “en mil lugares”.
Logró el éxito, piensa ahora, para volver y compartirlo con los suyos.
“Se abrió otro ciclo en mi vida que fue precipitado por un episodio de salud que tuve hace diez años. Cuando empecé a producir películas me dio pancreatitis, eso me lleva a reflexionar y tomo la determinación de dar el paso y hacerlo en ese momento”, asegura el actor de 61 años que ya había comenzado a incluir de modo esporádico maunabeños o parajes de dicho municipio en películas suyas como Fuego en el alma.
Pascual nació en Guayama y antes de los seis años ya se había trasladado a Maunabo de donde es oriunda su mamá. A veces sentía que las respuestas a sus inquietudes no estaban allí, por eso su ingreso al recinto riopedrense de la Universidad de Puerto Rico fue sinónimo de libertad. Era la época convulsa en que se libraba la guerra de Vietnam y luchas por los derechos civiles se desarrollaban en todas partes.
“Llego a la UPR marcado por Vietnam, por los hippies, por las luchas en pro de los derechos de la mujer, de la comunidad gay y empiezo a ampliar conocimientos, a caminar por distintas disciplinas; uno viene de un pueblo pequeño con muchas limitaciones, está como aislado. A los dos años de llegar a la Iupi ingreso a Teatro del Sesenta”, subraya lo que fue un hito en su vida.
Cuando tienes inquietudes artísticas hay mucha lucha, en la adolescencia no encontraba cómo canalizarlas
Entre los once mil habitantes que más o menos mantiene Maunabo, uno tropezaba una y otra vez sin lograr transitar el camino de los demás.
“Cuando tienes inquietudes artísticas hay mucha lucha, en la adolescencia no encontraba cómo canalizarlas. Cuando tomé conciencia de estos temas en Teatro del Sesenta, me comprometí a volver para devolver las muchas bendiciones que he recibido”, dice el actor y productor quien se mudó al Barrio Matuyas de dicho municipio.
Se prometió retornar, también, para aliviar la incomprensión entre los que, como él, no encuentran cómo encauzar la energía creativa viviendo en su pueblo.
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Desde el 2002 Rey Pascual comenzó a producir cine “y puse a Maunabo en perspectiva”. Entonces se le hizo natural establecer allí un grupo de teatro (Taller Teatro del Sesenta) y, mejor aún, un teatro pequeño en el que llevar a escena grandes sueños. Para ello contó con “cómplices”.
“No estoy solo”, afirma complacido, “cuento con un grupo de gente valiosísima que me ayuda pero todo ha sido bien suavemente. Hoy tenemos un espacio rescatado gracias a la colaboración del Municipio de Maunabo”.
Se trata de un teatro de 80 butacas, en el barrio Corea, que han ido adaptando según van recaudando fondos. Ya remozaron el techo, cambiaron el sistema eléctrico y adquirieron el aire acondicionado. Culminaron el escenario y en agenda está comprar el sistema de luces.
“Es el local de la escuela, no solo daremos clases sino que vamos a tener una programación a menor escala para puestas sencillas durante el fin de semana como se hacía en La Tea o La Tahona en el Viejo San Juan. Cuando tenemos montajes más grandes, como Los titingos de Juan Bobo, nos movemos a un espacio anexo a la casa alcaldía y lo vestimos de teatro”.
Hay muchos muchachos buenos, talentosos y con ganas que solo necesitan alguien que confíe en ellos y los guíe
Con su grupo replica el modelo teatral con el que se formó en las filas de Teatro del Sesenta que se basa en el trabajo colectivo. “Buscamos la verdad escénica en la persona”, señala la regla principal a la que se suman discusiones grupales, promover el respeto, la equidad y la tolerancia.
“Hay muchos muchachos buenos, talentosos y con ganas que solo necesitan alguien que confíe en ellos y los guíe”, insiste.
Trabajan textos puertorriqueños en los que el pueblo se identifica. “Se le hace más fácil enamorarse del teatro porque se ven reflejados, además de que pueden conocerse mejor como puertorriqueños”.
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La Promesa se inserta en esos esfuerzos. El documental se supone que termine siendo una trilogía.
“Tiene que ver con el regreso”, explica, “y cuenta una serie de eventos que marcaron mi niñez como la música de la montaña, los rosarios cantados, las Promesas de Reyes y las celebraciones de la Virgen del Carmen. Es la pasión por el mar, la montaña y el río”.
Recrearon algunas tradiciones con intérpretes reales de las mismas y a ellos se integraron los participantes del taller. Salvar memorias. Resguardarlas del olvido. Tornar el pasado presente, disponible. Eso cuenta La Promesa en 104 minutos.
Tras el estreno en Maunabo, este documental debe exhibirse en diciembre en el Ateneo Puertorriqueño y ya fue sometido a consideración del Canal 6 para su emisión. Como agenda paralela tiene pautado visitar universidades alrededor de la isla.
Localizado en el sureste de Puerto Rico, Maunabo es un pueblo costero, rodeado de montañas y poseedor de una villa pesquera que tuvo prominencia en los siglos XVIII y XIX. La celebración veraniega en honor a la Virgen del Carmen es fundamental. Los pescadores pasean la imagen de dicha virgen mar adentro saliendo de la capilla del puerto. Pascual menciona que la colaboración del sacerdote Jorge Carmona fue indispensable para el trabajo. El mar, sin lugar a dudas, es otro personaje.
“Es que esa tradición tiene mucho que ver con la esperanza, tiene que ver con mi vida. Todo eso esta atado. La villa pesquera es un lugar hermoso y sería espectacular llevarle a la comunidad a la Orquesta Sinfónica o a la Filarmónica a tocar con el mar de fondo. Ellos se merecen eso y más”.
Otra vez el arte como herramienta y como proyecto. “Claro, porque le sigue dando sentido a mi vida”, acaba Pascual.
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