magínelo. Un hombre solo. De bigote y barba delicadas. Mirada nostálgica y una sensibilidad distinta a la de su época. En fin, un descolocado más, de los muchos que nos ha regalado la historia, mentes adelantadas a su tiempo en la tierra y que por lo general sufren en vida para dejarnos una obra monumental.
Imagínelo un poco más. Un médico puertorriqueño, nacido en Aguadilla (1842-1917), y que tras haber estudiado en Europa regresa a trabajar en su tierra, la misma cuya naturaleza nunca le dejó de fascinar. Amaba la botánica. Estudiaba plantas y soñaba con la autonomía en un momento histórico en el que ambas cosas estaban básicamente proscritas. Coleccionar plantas habría de verse como cosa excéntrica y de locos, y soñar con libertades se pagaba con cárcel y exilio. Todo eso lo vivió el científico Agustín Stahl, una figura indispensable no sólo en la historia de nuestra ciencia, sino en su rol como precursor de los estudios en torno a los indios taínos, entre otras áreas de interés como la agricultura, la arqueología, la botánica, la etnología, la medicina y la zoología. Lo suyo, sin duda, fue llegar a la raíz. A nuestras tantas y complejas raíces.
Quizás por eso no sorprende que al echar un vistazo a la colección de acuarelas de la flora puertorriqueña que forman parte de la publicación Estudios sobre la flora de Puerto Rico (1883-88) -cuyas versiones digitales se encuentran bajo la custodia del Instituto Smithsonian en los Estados Unidos- lo primero que salte a la vista sea la sutileza de su trabajo, su delicada atención al detalle, su ternura sin más.
Son acuarelas pequeñas, casi todas, de seis por ocho pulgadas, miniaturas a la vista, inmensas en contenido, abarcables y de una casi accidental belleza que proviene precisamente del afán de precisión y saber.
“Eso es importante saberlo porque imaginarse a Stahl trabajando en un papelito así, que es media hoja, y que ya se convierte en una miniatura, en una cosa más íntima, muestra algo también de la actitud de Stahl, de verlo a él trabajando con la plantita, refleja un poco de la ternura del científico trabajando con las plantas que son a una escala pequeña, dibujando las hojitas. Es una ternura especial y va de la mano con el pensamiento científico que va a penetrar”, reflexiona el artista Rafael Trelles, quien tras años de ponderar la idea se embarcó el año pasado en una exploración íntima y personal de la obra de Stahl que tuvo como resultado la exposición Flora: un encuentro con las acuarelas de Agustín Stahl, que ocupó la sala de la galería de la alcaldía del municipio de San Juan y cerró al público con éxito el pasado 3 de mayo, aunque se espera que de cara al centenario de la muerte del científico la exhibición nuevamente esté abierta al público en un nuevo espacio aún a determinar.
La idea de la exhibición surgió hace años, a principios de los 80′ cuando un amigo suyo, el cineasta Francisco Pabón, hizo un documental sobre Stahl y le dijo informalmente que tenía la idea de que algún día se hiciera una exposición de artistas puertorriqueños con obra basada en una acuarela de Stahl. La idea quedó rondando su cabeza por años, hasta que finalmente, el año pasado decidió darle forma con la ayuda además del botánico puertorriqueño Pedro Acevedo, quien trabaja en el Smithsonian y le prestó los archivos digitales de las obras en alta resolución. Las acuarelas originales están en Puerto Rico, pero Acevedo había logrado tenerlas digitalizadas para un proyecto personal. Entonces, finalmente, llegaron al taller del artista.
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La indagación de Trelles, ocurre además en sintonía con el reciente hallazgo y estudio de la Botánica antillana, de Ana Roqué de Duprey, alumna del maestro Stahl quien de alguna manera da seguimiento a su obra al trabajar una botánica pensada para un público más general. Esta investigación, a cargo del botánico mexicano Jorge Carlos Trejo, sale a la luz prácticamente a la vez que el trabajo de Trelles se presenta al público.
“Él vino a la exposición porque el periodista que trabajó la crónica sobre la obra de Ana Roqué (Eliván Martínez, del Centro de Periodismo Investigativo) me llamó y cuando Trejo vino a Puerto Rico la muestra estraba recién abierta. La vio y estaba eufórico, hablamos de integrarme al proyecto. Ha habido muchas coincidencias con este trabajo y he recibido muchas llamadas, mucho entusiasmo de la gente”, cuenta Trelles acerca de cosas como cuando por ejemplo, mientras montaba la muestra, se le acercó un guía del municipio de San Juan.
-¿Quién es Trelles?
-Soy yo.
-Pues usted tiene que venir conmigo para que visite la tumba de Stahl que está aquí en el Cementerio Santa María Magdalena de Pazzis, en La Perla. Yo lo puedo llevar.
“Yo tenía mis dudas, porque en todos los artículos que había leído sobre él, y en sus biografías, se decía reiteradamente que sus restos estaban en Bayamón… Y era medio día, hacía un calor, pero fuimos”, cuenta el artista.
Y así las cosas, llegó hasta la tumba del científico y tuvo ocasión de quedarse solo ante ésta y presentar sus respetos.
“Stahl fue un gigante de la historia de Puerto Rico, de la ciencia, un pionero del naturalismo, de la investigación de nuestras plantas y animales, el primero en investigar a nuestros indios, un médico fabuloso que trabajó con varias enfermedades endémicas. Se considera además el primer conservacionista, la primera persona que comenzó a alertar sobre la conservación de los bosques desde un punto de vista ecológico antes de que existiera el término ecología”, analiza toda vez que destaca que “él comprendía el valor del término ecosistema y todo eso lo hizo en un ambiente de total marginación, a veces se le consideraba medio loco porque, qué era eso de coleccionar plantas y dibujarlas. En esa época eso no tenía ningún valor, ni siquiera para los intelectuales de la época. De modo que tiene mucho más valor además por el contexto. Él sufrió cárcel varias veces y exilio porque era autonomista y no fue hasta que llegaron los americanos que pudo regresar a Puerto Rico”.
“Fue un hombre que, desde su trinchera de la ciencia, aportó muchísimo”, afirma el artista para quien explorar la obra de Stahl es además arrojar un poco de luz acerca de cómo nos miramos y nos pensamos a nosotros mismos, acerca de qué construcción de país estamos concibiendo.
“Hay muchas piezas que faltan en la mirada hacia nosotros mismos”.
Y esta obra, precisamente, se trata de piezas que se encuentran.
“Lo que trato de demostrar en esta exposición visualmente es esa integración entre el ser humano y la naturaleza. En la parte técnica yo lo que estoy haciendo es que me quedo con un pedazo de la acuarela, la manipulo en la computadora y dibujo en torno a eso”, describe el artista para quien dibujar como Stahl está muy cerca del arte de la ilustración, además de observar que en las piezas se aprecia que estaba muy atento a la forma, la luz, el color, la descripción de los valores tonales convirtiéndose en un ejercicio bastante académico pero con un elemento importante de delicadeza.
“Tiene una gracia y una delicadeza en su línea, en la forma en que él trabaja la planta y hay que sintonizarse con eso”.
Trelles trabajó imprimiendo la imagen original, tras haberla manipulado en la computadora, y encima dibujó utilizando lápiz, lápiz de color y pastel. Al observar las obras con detenimiento, resulta casi imposible distinguir la mano de Stahl y la del artista. Hay un sincretismo total en las 20 obras que componen la exposición.
“Esa misma mezcla de lo digital con el trabajo manual es esa misma mezcla del arte con la ciencia, desde la técnica voy trayendo esa unión”.
Trelles afirma además que procuró trabajar desde un acercamiento distinto al del científico.
“Si bien Stahl utilizó el método científico para acercarse a la naturaleza, nosotros los artistas hacemos todo lo contrario, nuestro acercamiento incluye la razón pero va más allá de la razón e integra todos los sentidos. Tratamos de cultivar una relación directa con las cosas, y una relación holística, no solamente los cinco sentidos, sino de uno sentirse parte, integrado a la naturaleza, la intuición, la emoción. Yo quiero estar prejuiciado, sentir una emoción con lo que estoy haciendo, el científico intenta todo lo contrario, aunque sabemos hoy día que eso es imposible hacerlo y eso fue lo que hice. Con mis trabajos las acuarelas pierden su valor científico y se convierten en una creación subjetiva de lo real”.
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Es así como al recorrer la muestra nos topamos con figuras humanas que se integran del todo a la naturaleza, como queriendo decirnos “yo soy esto”. Vemos nociones del retorno al campo que se ha observado en muchos jóvenes hoy día, en plena explosión tecnológica. “Lo veo en los tatuajes por ejemplo, vemos que en plena era digital la juventud asume costumbres tribales, una contradicción que nos habla de que hay una necesidad de compensar todo eso”.
Asimismo la muestra, que contiene un alto contenido mitológico tan presente de la obra de Trelles, destaca sobre todo el tema de “lo humano”, algo que procura expresar “desde una visión mítico-mágica de lo natural, integrando la figura humana con la naturaleza, integrando los animales con la flora y esos tres reinos: animal, vegetal y humano, integrados visualmente. Los antecedentes son la mitología, todos los mitos hablan de la mutación, la metamorfosis, la integración”.
El artista, por su parte, celebra el entusiasmo y la buena acogida que ha recibido por parte de la comunidad científica hacia la muestra. “Ha venido mucho científico de avanzada, que están muy conscientes de las nuevas corrientes del pensamiento que plantean la unidad de todas las cosas… La teoría de la física moderna lo que plantea es que el universo es subjetivo, la teoría del campo unificado, que todo está unificado, somos átomos, vibración y la separación es una ilusión producida por los sentidos unidos y ése es el mensaje central de esta exposición, una percepción de la naturaleza, de que nosotros somos una sola cosa, la realidad como una unidad fundamental”.
Y entonces surge un pedazo de caña de azúcar del brazo de un hombre, o un fragmento de una planta nos sugiere las trompas de falopio o un hombre rodeado de mariposas relata el ciclo de la vida. De hecho, fue la mariposa otra de las grandes sorpresas.
“En la primera visita guiada había una científica experta en insectos, y hubo un comentario de una persona que preguntó por qué el oído estaba en el centro. Yo no me había planteado nada, yo necesitaba un centro pero sí podíamos pensar en el oído que en la tradición simbólica se asocia a la noche, al igual que los ojos se asocian con el día. También en la tradición simbólica está la idea de que el oído es lo femenino, la copa que recibe, la noche es femenina y el oído nocturno. Entonces, la científica me dice: no sé si usted lo sabía pero esa mariposa que ha pintado es una mariposa nocturna”.
“Yo no lo sabía”, dice Trelles, dejando claro que ese conocimiento intuitivo que lo llevó a dibujar esa mariposa en particular con todo ese vocabulario simbólico fortaleciéndolo, forma parte precisamente de la noción más profunda de esta muestra. Todo es parte de todo y se relaciona con todo. Y de ello no escapan ni el arte, ni la ciencia. Al contrario, se acercan más que nunca desde esa científica intuición de los artistas, desde ese creativo devenir de la ciencia.
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