l arte es un catalítico en todo sentido. Sacude, mueve, bate los espacios y sus gentes. Transforma. A veces, y con algo de suerte, sin mayor planificación que las conexiones extrañas e inimaginables que existen entre obras y creadores. No importa el paso del tiempo, no importa la generación.
La reciente edición de Santurce es Ley –la feria de arte urbano con corazón en la Calle Cerra y cuerpo que se extiende por las calles aledañas- le regaló al público boricua la más reciente muestra de estas curiosas conexiones. Sucedió que el pintor Omar Obdulio Peña Forty -conocido por su exploración de la masculinidad así como de los recortes y estilos que trabajan los barberos de la isla a través de su obra plástica y, más que nada, como barbero que es- decidió trabajar el mural titulado “Francisco Oller con cerquillos” que actualmente se encuentra en el edificio que hace esquina entre la Calle Cerra y la Avenida Fernández Juncos en Santurce.
Durante días Peña Forty trabajó en esta pieza que dialoga con un autorretrato que Francisco Oller trabajó entre 1889 y 1892, según documentó el artista en el depósito de la Universidad de Puerto Rico de donde obtuvo la imagen de la obra original. En la pieza se observa un Oller de barbas largas, pelo ya algo canoso y discretas entradas. Su mirada es serena y viste una sencilla pieza roja, ajustada con cordones negros. Un par de arrugas se asoman. No es un retrato festivo, tampoco lúgubre. Es más bien la imagen de un hombre que ha visto tanta luz como sombra.
Reminiscencias de esa pintura hoy día ocupan una pared santurcina en una de las zonas más deprimidas de la capital puertorriqueña. El fondo claro, grisáceo, de la pintura original ha sido sustituido por los llamativos diseños de franjas rojas, azules y blancas que tradicionalmente se utilizan para identificar las barberías. Este Francisco Oller que viaja en el tiempo a través de una pared, nos llega acicalado y adecuadamente ataviado para estos tiempos. Rejuvenecido, con cerquillo preciso en toda la frente y barba un poco más oscura, este Oller nos mira desde lo alto del edificio con más desafío que cansancio. No hay que darle muchas vueltas, cuando se pasa a la historia, el resto es un eterno descansar.
Rejuvenecido, con cerquillo preciso en toda la frente y barba un poco más oscura, este Oller nos mira desde lo alto del edificio con más desafío que cansancio
El proceso para el artista, como todo proyecto de esta naturaleza, fue un reto. Quería ir a la historia, retomar la conversación. Y justo cuando ya estaba adentrado en el proceso creativo, sin esperarlo, cayó en cuenta de algo que escapó toda planificación.
En la pintura original, Oller escribió una dedicatoria: “A mi amigo Manuel F. Juncos”. Hoy esos dos amigos de nuestra historia se encuentran todos los días en la Calle Cerra, y Oller desde la altura de su mural, lanza un guiño de complicidad al letrero verde y blanco que lee justo al frente: Avenida Manuel Fernández Juncos.
Cosas de las calles. Cosas de la pintura. Cosas, sin duda, de la más pura fortuna.
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