ace nueve años que los jueces y los organizadores del World Ballet Competition buscan las futuras estrellas del ballet. Una vez al año se celebra la competencia en Rumanía y otro en Estados Unidos. La versión rumana que se celebra este fin de semana cuenta este año con un juez boricua, el ex bailarín, coreógrafo y director artístico Rodney Rivera.
“La competencia busca reconocer el talento a nivel mundial y se premia de diferentes maneras; con medallas de oro, plata y bronce y con becas que incluyen tomar clases en conservatorios y escuelas reconocidas en el mundo como Washington Ballet, el American Ballet Theatre o el Royal Ballet en Londres”, explica sobre las distinciones que otorga el certamen fundado por el rumano Vasile Petrutiu, quien los años noventa fue bailarín del Pittsburg Ballet.
“A Vasile lo conocí hace año y medio, él me invitó a ser juez en la competencia de Orlando el verano pasado. Tuve la oportunidad de sustituir a Elaine Kudo, quien bailaba con Mikhail Baryshnikov del American Ballet Teather, y se encarga de reponer las piezas de la coreógrafa Twyla Tharp. Fui como maestro en las clases magistrales con participantes que vienen de todas partes del mundo como el Ballet Nacional de Cuba, el Royal Ballet, el Washington Ballet o el San Francisco Ballet”, sostiene Rivera, actual director artístico de la Escuela de Bellas Artes de Bayamón y de la compañía Ballet Brío.
En aquella ocasión, sus colegas eran veteranos entre diez y veinte años mayores que él.
“Tuve ese privilegio”, reconoce, “de estar cinco días con ellos y participar del trabajo de ‘juecear’, de la premiación y la gala, que también preparamos los jueces”.
La mayoría de los jueces que van a Rumanía son europeos y asiáticos, probablemente yo soy el único latino y muy posible de América
Una vez se seleccionan los ganadores se escogen las piezas que integran el cierre de la competencia. Las obras pertenecen al repertorio clásico del ballet y pueden ir desde Coppelia y La Bayadere hasta Don Quixote y el Lago de los cisnes.
De martes a viernes inician las evaluaciones a lo largo de tres rondas en las que los bailarines con mejor desempeño van avanzando. Las coreografías clásicas, conocidas en el mundo entero, permiten mostrar habilidad interpretativa. Pasos, musicalidad, flexibilidad y actuación son algunos de los renglones observados.
“Ellos tienen un repertorio asignado y, dependiendo de su interpretación técnica o artística, seleccionamos o echamos a un lado a los otros. Es un filtro”, asevera Rivera quien además explica que los participantes son preseleccionados al someter un vídeo a manera de audición, “la competencia cuida que llegue alguien que diga que puede hacerlo pero no puede”.
Casi 300 competidores, entre las edades de nueve a 24 años, participan mediante categorías preparatoria, pre profesional y profesional.
“Es increíble cómo los niños de nueve años hacen cosas increíbles, como si fueran adultos, es impresionante físicamente cómo lo logran. Las niñas, sobre todo, en las puntas hacen cosas increíbles”.
Para Rivera, esta segunda invitación “convalida que mi primera actuación como juez y maestro estuvo bien”.
“Ahora estoy en otra área de la danza”, dice el exbailarín de 40 años que bailó clásico y contemporáneo en compañías como Ballet Concierto y Andanza, “la mayoría de los jueces que van a Rumanía son europeos y asiáticos, probablemente yo soy el único latino y muy posible de América”.
Los jueces europeos, afirma, están atentos a “la calidad y no solo a la cantidad de pasos, saltos, vueltas e interpretación con la técnica clásica”. “Sé que son bien estrictos en depurar estilos de trabajo. No es solo impactar con un salto o una pirueta sino conmover con una interpretación musical y artística. Cuidan mucho el uso de brazos, de la cabeza, el estilo de cada coreografía lo han preservado muy bien; recuerda que en parte muchas de ellas nacen en Europa”.
Rivera tiene claro que evaluar debe ser un proceso justo que pueda sustentarse con las reglas del baile clásico. En este caso, una vez se pasa de ronda, los competidores pueden debatir su puntuación.
“Como juez yo tengo que explicar por qué le di nueve y no diez, no es solo anotar puntuaciones que aparecen en una pantalla digital. El bailarín se acerca a veces sentido, a veces con curiosidad y otras veces con ganas de aprender”.
Lo vivió en carne propia. En sus tiempos de bailarín clásico, participó en una competencia similar en el Estados Unidos y aunque avanzó a rondas finales no ganó el gran premio.
“Estas bendiciones no las he pedido pero me han llegado, ¡jamás pensé pertenecer a un grupo así! Hace 20 años participé en una competencia así en Jackson, Mississippi, y no gané. Me puse bien triste, no tenía la madurez para entender que aunque no ganara podía tener una carrera exitosa como bailarín. Participar ahora como juez me hace sentir recompensado de aquel esfuerzo, siento que me reconocen ahora como coreógrafo porque han visto mi trabajo”, reflexiona Rivera cuya pieza ¿Dónde están? será presentada en la Isla en abril por Balleteatro Nacional de Puerto Rico, luego de competir con ella en un certamen celebrado en Argentina en el 2006 donde lograron la medalla de oro.
Los saltos y las vueltas que dicta su mente vuelan lejos.
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