a mesa debía proveer espacio para las manías y las particularidades de cada uno de los invitados de modo que aportaran sin límites ni reglas. Tampoco siguió un protocolo especial al sentarlos ni cedió ante la tentación de recurrir al adorno excesivo con manteles, vajilla y centros de mesa que perturbaran la ocasión lejos de embellecerla.
Cuando todo estuvo listo, el guionista y documentalista puertorriqueño Alex Santiago Pérez sentó entonces en ella a su abuelo, Marcelino Santiago Sariego, al pintor Domingo García y a los actores Axel Anderson y Daniel Lugo. Que no todos estuvieran en este planeta al mismo tiempo fue lo de menos porque el experimento funcionó a la perfección. Nació un personaje.
En poco más de dos semanas estrena en la Isla Las vacas con gafas, una película que cuenta dos cosas: qué hace un pintor cuando sabe que se quedará ciego y qué hace un padre cuando intenta reconectar con una hija.
“Las personas que la han visto me dicen ‘no lo soporto pero no puedo dejar de mirarlo’. Y es verdad, es insoportable”, cuenta Alex sobre su hijo en la ficción al que bautizó Marcelino Sariego y, al igual que a su fenecido abuelo, le dicen “Marso”, “por lo general en las películas se muestra a la persona que deberías ser, en esta se muestra lo que no debes ser”.
De modo que estamos ante un anti-héroe boricua y la ceguera toca a sus puertas. Tiene prisa, mucha prisa. La misma que no tuvo Santiago para lograr su nacimiento en el papel y, eventualmente, en la pantalla.
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No es requisito ahora enumerar las invaluables cosas que Marcelino Santiago Sariego le dejó a su nieto. Basta conque su personalidad dejó una honda huella en el jovencito de doce años que fue a vivir con él en Bayamón tras el divorcio de sus padres.
“Él era bien original, tenía muchas curiosidades y decía tantos refranes. Podía estar un mes con bigote y después se dejaba patillas largas, siempre se cambiaba el look. Yo tengo tantas influencias de él”.
Quería hacer una película que narrara a su abuelo. Esa fue la necesidad y, por consiguiente, la génesis de este proyecto aunque no fue exclusiva.
1996. Pasaron varios años y Santiago, ya graduado de Historia de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras y decidido a escribir para ganarse la vida, conoció en la filmación de un documental sobre la vida de los artistas Ramón Frade, Francisco Oller y José Campeche, al pintor puertorriqueño Domingo García.
“Él me contó cómo por un químico que tenía la pintura se quedó ciego de un ojo por un tiempo. Él empezó a pintar como un loco. Si miras su serie de retratos de próceres, Íconos, que son bien grandes, fíjate que hay huellas de sus zapatos y pintura chorreada. Él me dijo, ‘amigo, yo estaba desesperao, yo caminaba encima de la obra’ porque estaba esa urgencia. Yo quedé fascinado con eso”, narra su conversación con García quien eventualmente recuperó la vista.
El abuelo y un pintor amenazado por la oscuridad. Ya había personaje y pronto habría trama.
“Creé un personaje uniéndolos. Había algo similar en la forma de ellos presentarse. Domingo tiene un personaje y mi abuelo tiene varios personajes y no sabes cuál es el verdadero. De Domingo no sé cuál es el real porque no tengo una relación cercana con él pero de mi abuelo sí sé. Creo”, reconoce su duda.
Una canción, Testamento de miércoles, se convirtió en la banda sonora de ese impulso inicial. Está contenida en el disco de Joan Manuel Serrat, El sur también existe, inspirado en los poemas de Mario Benedetti.
“Dice que ‘un hombre sin su sombra pierde el respeto de la buena gente’ y yo quedé fascinado con eso y lo que significa así que empecé a crear una escena basado en eso con este personaje. Fue lo primero que escribí para esta película. Luego la boté, no llegó ni al guión, sirvió para arrancar nada más”, manifiesta Santiago quien confiesa “nunca he cogido una clase de cine, solo quería ser escritor” y se había especializado en ficción educativa y en documentales.
Ni remordimiento le dio salir de la escena. Aprendió a no apegarse. Fiel creyente en la máxima de William Faulkner -“In writing, you must kill all your darlings”- Santiago, elimina esos darlings en forma de parlamentos, escenas o roles, “sin pena porque entendí que es parte del proceso”.
Para esta “película de personaje” pensó en un artista como gran figura principal y, sin conocerlo personalmente, tocó la puerta del primer actor Axel Anderson.
“Estuve media hora contándole la película y entonces me dijo ‘a mi me está pasando exactamente igual que al personaje, me estoy quedando ciego’. Yo no lo sabía, estuve media hora más explicándole que no lo sabía. Lo menos que quería que pensara era que me había acercado a él por eso. Qué vergüenza”, jura Santiago.
Cuando leyó el guión, Santiago dice que Anderson ya había comprendido por completo a Marso.
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Mantecado de fresa para Anderson y de chocolate para Santiago mediaron en las muchas discusiones y reflexiones juntos que por cuatro años dieron forma al proyecto cinematográfico, en especial a la selección del elenco. Todos los personajes gravitan en torno a Marso y tienen breves participaciones.
“La película estaba diseñada para que fuera así pero a él, tan defensor de su gremio, le preocupaba que yo llamara a un actor como Daniel Lugo para el personaje que había pensado para él porque era corto. Le parecía una falta de respeto”, declara y al tiempo añade la contradicción que esto supone pues justo Anderson subrayaba que “no hay papel pequeño sino escena corta”.
Se valió entonces de una analogía con el cine chino para convencerlo. Le preguntó si había visto buenas películas chinas y Anderson le contestó que sí. El director le señaló que por lo general acá desconocemos quién es el elenco chino pero podemos reconocer una buena actuación, por corta que sea. “Cuando en China vean nuestra película y vean a Daniel Lugo no van a saber quién es Daniel Lugo pero van a decir ‘coño, qué bien lo hace, qué bien lo hacen todos'”.
Cuando en China vean nuestra película y vean a Daniel Lugo no van a saber quién es Daniel Lugo pero van a decir ‘coño, qué bien lo hace, qué bien lo hacen todos’
“Haz lo que quieras”, le ripostó Anderson a Santiago.
Daniel Lugo fue convocado y de inmediato aceptó. No preguntó por el libreto. Como al resto del elenco, integrado entre otros por Cristina Soler, Jaime Bello, Jorge Castro y Jasmín Caratini, le bastó saber que Anderson encabezaba el mismo. La historia, entonces, debía estar bautizada con su distintivo sello de rigurosidad, había sobrevivido su cedazo.
“Él fue fundamental para que este proyecto arrancara. Después que los actores decían que sí, a las dos semanas me llamaban a decirme: ‘oye, qué bueno está este libreto'”, comenta Santiago.
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La muerte casi nunca es justa. A Anderson le llegó sin haber filmado una sola escena como Marso. Poco antes de su deceso en el 2012, Santiago pensó en otro primer actor convocado al filme, Daniel Lugo, para ocupar su lugar. Cuando le preguntó a Anderson quién podría sustituirlo en caso de que él no pudiera encarnarlo fue enfático: “solamente Daniel Lugo puede hacerlo”.
“Es que necesitas un caballote para hacer a Marso, esto no es fácil”, insiste el director, guionista y productor -éste último rol compartido con Carlos Aníbal Vázquez- del trabajo.
Luego de la muerte de Anderson, Santiago llamó a Lugo por teléfono. “Axel dice que eres tú”, le dijo y solo hubo silencio al otro lado de la línea, “esto fue una orden”, agregó mientras escuchaba a Lugo llorar en silencio.
“Esto no fue una orden, esto fue un regalo”, cuenta Santiago que respondió Lugo, “la primera película en la que yo participé fue con Axel Anderson”.
Marso ya tenía carne y hueso.
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Por 16 días Las vacas con gafas se filmó en distintos puntos de Santurce y el Viejo San Juan. Era la primera vez que Santiago dirigía un largometraje y era su largometraje.
Pesaba la partida de Anderson pero Santiago entendió que “estaba diseñado para que fuera así”. El equipo entero de filmación decidió dedicarle su labor, es a Anderson a quien le dedican el filme.
“Funcionó como tenía que funcionar, no hubiera hecho lo que hice sin haber pasado ese proceso con él. Uno de mis miedos se fue con él. Como director joven pensaba ‘cómo voy a dirigir a estos tipos’ y él me decía siempre ‘los actores necesitamos ser dirigidos’. Yo llegué a ese set con una confianza total que no hubiera tenido si no hubiera pasado ese proceso, esa fue una de las muchas cosas que hizo por mi más importantes que hacer la película”, insiste.
“Funcionó como tenía que funcionar, no hubiera hecho lo que hice sin haber pasado ese proceso con él (Axel)
Santiago tenía el elenco que quería, el actor o la actriz idónea para cada personaje, y un guión que consideraba sólido, listo para que funcionará como brújula y no necesariamente creado para recitarse con todos sus puntos y comas. Junior Álvarez entró a sustituir a Lugo en el corto papel que en principio le había asignado y su mirada le confirmó al director que estaba más que listo para cumplir.
“El guión es como una autopista, te lleva a un lugar pero si te sales en alguna salida el campo es más lindo. Si sientes que te estás perdiendo lo que tienes es que buscar el letrero para regresar a la autopista. Así no te pierdes”, reflexiona sobre su filosofía que invita a los actores, luego de las tomas ceñidas al libreto, a aportar a sus escenas en lo que denominó “el invento”.
“Hagan lo que quieran con el guión, si se pierden, regresan”, los exhortaba.
Muchas de las tomas que se impusieron en el cuarto de edición fueron producto de ese “invento” que ofrecieron algunos actores. “Era como un regalo”, define intervenciones como las logradas por Lugo, Álvarez o Raúl Carbonell, entre otros.
“Yo tenía a los mejores en todas las áreas lo que tenía era que demostrar la capacidad de sacarles el jugo, mi trabajo es agitarlos con el guión. El truco está en asegurarte que entienden tu visión y los dejas hacer lo que les da la gana porque te pueden llevar a un sitio que ni sabías que (el personaje) podían llegar”, sostiene.
Se define como un director rápido que rápido identificó el ritmo de calentamiento del elenco. “Hay que tener paciencia y visión para saber a dónde tú quieres llegar. Daniel te la da en la primera (toma) y Junior también, Cristina (Soler) no calienta hasta la tercera y la cuarta de ella es espectacular”, pone como ejemplo.
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E
n Las vacas con gafas la cámara no se mueve nunca. Varios planos secuencia, filmados exclusivamente con un lente 27, se suman a una estética que recuerda los cuadros del pintor barroco neerlandés Johannes Vermeer.
“Me lo propuso el director de fotografía, PJ López. Yo quería una película visualmente incómoda y de una factura harsh, de estética fuerte”, propone sobre el trabajo que contó con la dirección de arte de Nydia González.
Editada por Javier Maldonado Ríos, Las vacas con gafas tiene una duración de 93 minutos. Heriberto Rosas y Maite Carbonell se hicieron cargo del sonido.
“Son planos secuencia; la escena comienza y termina y la cámara no se mueve. Dentro de cada escena no hay cortes. Por ejemplo, cuando Daniel va a la cocina siempre es el mismo plano de la misma cosa, había que obligar a la gente a mirarlo porque es antipático, como no hay nada nuevo visual terminas chupándote a Daniel porque no hay remedio”, expone la propuesta visual.
De Lugo, precisamente, indica que su versión de Marso fue excepcional y le permite demostrar, una vez más, por qué es uno de nuestros mejores actores.
“Él se botó y trabajar con él fue una gran experiencia”.
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C
inco años le tomó a Santiago conseguir el “millón doscientos mil” que costó filmar la película y el proceso “fue una locura”. Contó con una aportación de $800 mil de la Corporación de Cine de Puerto Rico “un préstamo que debo” y contó con el espaldarazo de MMM Healthcare que otorgó “una cifra importante”.
Ya la película se estrenó en el Festival de Cine de Montreal y comenzará su peregrinación por otros eventos similares tras recibir invitaciones del Festival de Cine Latino en Sidney, Australia; el del American Film Institute-Latino en Washington D.C.; el de Trinidad y Tobago y el de Mar del Plata, en Argentina. Al momento se evalúa también en otros festivales como el de Sao Paulo, en Brasil.
Santiago afirma que no tiene expectativas y sí tiene muchos nervios. “Estoy complacido porque en la película está lo que yo quería. Yo hice la película que yo quisiera ver”, revela.
Ya escribe otro guión porque sabe que “la primera película la hace cualquiera, la segunda es la que es importante para mí” y anticipa que “será un poquito más dark“.
Cuando buscas la verdad las cosas no son fresitas, son duras
“Yo estoy fascinado con la búsqueda de la verdad, nunca la encuentro pero basta con buscarla. Y cuando buscas la verdad las cosas no son fresitas, son duras. Yo vengo del documental y ahí estás bregando con lo que es”, declara.
Volvemos a Marcelino, el verdadero. ¿Le gustaría la película que inspiró? “No, para nada, no”, contesta.
Quizás sí. Quizá el nieto no conoce del todo al Marso original.
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