rimero entendamos cómo era la vida de Francisco de Goya y Lucientes cuando lo sorprendió la Guerra de la Independencia en el 1808.
Tenía 62 años, estaba un poco sordo y ya había sido designado pintor del rey y primer pintor de cámara junto con su colega Mariano Salvador Maella. Era director honorario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Vivía con su esposa Josefa Bayeu, en la Calle Valverde #15 en Madrid. De sus siete hijos nada más sobrevivió Francisco Javier, casado con Gurmesinda Goicoechea y Lagarza, con quien tenía un hijo, Mariano, nacido en 1806.
Entonces llegó el 17 de marzo de 1808 día en que ocurrió el Motín de Aranjuez, evento que provocó la abdicación del rey Carlos IV en favor de su hijo Fernando VII y su huida a Francia. La historia cuenta que, en el contexto de las guerras napoleónicas, estos sucesos fueron el punto de partida de uno de los peores episodios de la historia de España, la Guerra de la Independencia, contienda que enfrentó al ejército español y al francés entre 1808 y 1814.
Hasta ese momento, cuenta Leyre Bozal, conservacionista de la colección de obras de la Fundación MAPFRE en España, la guerra solo se pintaba en tono solemne y heroico. Pero nada de lo que Goya veía a su alrededor se ajustaba a dichas palabras.
El pintor que junto al Greco, Velázquez y Picasso integra el grupo de grandes exponentes de la pintura española, retomó entonces el dibujo, el boceto y la estampa, formas de creación que no atendía desde el 1799 cuando realizara su trabajo Los Caprichos. De ese modo Goya desahogó las emociones que le provocaba el caos que a su alrededor veía. La guerra, en este diario íntimo, no era valerosa sino un gran desperdicio de vidas humanas.
Parte de este trabajo fue adquirido por la Fundación MAPFRE en España y junto al Museo de Arte de Puerto Rico lo reúne en la Isla en la muestra Francisco de Goya. Desastres de la Guerra. Colecciones Fundación MAPFRE. La misma consiste de 80 láminas -tituladas y numeradas- grabadas al aguafuerte con algunas aportaciones de punta seca y aguada, estampadas en tinta negra. Con la curadoría de Pablo Jiménez Burillo, la misma continuará abierta al público hasta el 28 de junio.
En muchos de los dibujos, los cuerpos carecen de rostros. “Creo que Goya lo hizo para no tomar partidos”, opina Bozal, “si le pone rostros estaría identificándolos con algo y al no tenerlos le dice a los espectadores ‘puede ser cualquiera’. De esa forma nos incluye a todos”.
Las escenas mostradas son crudas y con muy pocos elementos anecdóticos. “Se presentan muy en primer plano lo que hace que el espectador se introduzca en la escena. Al no poner rostros ni de verdugos ni de muertos se evita la idea de la heroificación. Todos podemos ser el otro”.
Con esta idea, subraya Bozal, “Goya se adelanta a la modernidad y a todos los eventos violentos que después ocurrieron en el mundo”.
Él no está pintando una guerra en concreto sino las que se suceden en el siglo XX y las que vendrán. Habla de una violencia universal y hacerlo en el 1810 es de una modernidad tremenda
El grabado integra el aprendizaje de todo pintor joven por lo que Goya ya lo había trabajado. “Durante la guerra hay escasez de materiales, sobre todo de barnices y resina con las que separas las planchas, así que lo que hace es usar mucho el aguatinta. Goya echaba la tinta casi directamente sobre la plancha, sin barniz en medio, lo que crea un efecto de emborronamiento que acentúa la crudeza de las escenas”, explica Bozal.
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La guerra estaba en su apogeo cuando en el 1812 murió la esposa de Goya. “Eso tuvo que afectar su ánimo junto a las consecuencias que ejerce la guerra en la población civil como es la miseria, la muerte y las enfermedades. Con sus dibujos él logró una bitácora de emociones de lo que vivía Madrid. Fue su forma de sacar el dolor”, dice la conservacionista.
Pero éstos debían quedar confinados a sus cuadernos. Al menos en esa época.
“A Goya le habría creado muchos problemas con varias instituciones si se difundían los dibujos, además imprimir en papel era complicado. Lo trabajó en carácter privado pero al ser grabado pensamos que contempló difundirlo aunque no lo encargó a nadie”.
La tarea de mostrar su visión crítica le correspondió a otros. A su amigo Ceán Bermúdez, Goya le entregó en el 1824 -antes de su partida a Burdeos- una edición completa y encuadernada de los grabados. La portada lee: Fatales consequencias de la sangrienta guerra en España con Buonaparte. Y otros caprichos enfáticos, en 85 estampas. Inventadas, dibuxadas y grabadas, por el pintor original D. Francisco de Goya y Lucientes. En Madrid. En tres de las estampas aparecen fechas de creación entre 1810 y 1815.
Bermúdez conservó un ejemplar de los dibujos preparatorios y las pruebas de estado en lo que hoy se denomina como Álbum de Ceán, custodiado en el British Museum de Londres. Tras la muerte de Goya, los grabados permanecieron en manos de su hijo Francisco Javier y después pasaron a su nieto Mariano.
“Que Ceán Bermúdez los haya guardado significa que era un ilustrado. En España había mucha gente durante esa guerra que estaban a favor de la Ilustración, pensamiento que venía de Francia y que propone que la razón debe estar por encima de la superstición y que el régimen feudal. Muchos intelectuales estimaban la Ilustración pero no la invasión francesa. Bermúdez fue una persona razonable que vio en el documento una pieza histórica y una obra de arte. Goya también era un ilustrado, lo que no quiere decir que le pareciera bien la invasión francesa, no hay que confundir las cosas”, alerta.
Más de treinta años después de concluida la guerra se publicó la colección de grabados en España. La que se exhibe en el MAPR es la cuarta edición de siete registradas y fue adquirida por la Fundación MAPFRE en el 2013.
“Se publicó por primera vez en el 1906 y se conservó en su álbum con la luz apagada, a temperaturas bajas y en posición horizontal en los planeros. Es la primera vez que la exhibimos en Puerto Rico”, menciona Bozal sobre la muestra viajera.
Goya no está juzgando ni poniéndose de parte de unos u otros, simplemente muestra lo que ve y eso nos lleva a contemplar y a reflexionar sobre la guerra y sus consecuencias
La Fundación MAPFRE cuenta con una colección integrada por 3,200 obras en papel -dibujo, grabado o fotografía- conservadas en su sede madrileña.
La capacidad del espectador ubicarse entre las víctimas que observa en cada grabado aporta al éxito que ha tenido la muestra en otros países. En el MAPR trae consigo un calendario de eventos integrado por un ciclo de cine español de la guerra en colaboración con el Consulado de España en Puerto Rico, un coloquio con un corresponsal de guerra y talleres de grabado.
“Goya no está juzgando ni poniéndose de parte de unos u otros, simplemente muestra lo que ve y eso nos lleva a contemplar y a reflexionar sobre la guerra y sus consecuencias”, puntualiza Bozal.
El MAPR está situado en la Avenida Ponce de León 299 en Santurce. Para información, llama al 787/977-6277.
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