ntes que todo conviene saber que este artista plástico escribe. En un papel cualquiera apunta ideas que a su mente vienen y luego hace bocetos impulsados por el empeño de traducir sensaciones en imágenes. Lo único distinto es que en esta ocasión Pun 18 o Philip Cruz (como prefieras llamarle porque él igual responde), no trasladará esos bocetos a una inmensa pared en la calle según ha hecho como grafitero sino que fueron a parar en varios canvas reunidos en la muestra Beneath the Surface, la cual abrió al público en la galería Walter Otero Contemporary Art situada en Puerta de Tierra, San Juan.
Las imágenes de corte abstracto, poderosas y, como siempre, repletas de colores brillantes, presentan la versión del artista de esos mundos paralelos que pueden accesarse con solo mirar cada obra.
“Yo empecé a trabajar esa serie pensando más en una teoría sobre el espacio, en las posibilidades de las dimensiones y los mundos paralelos. Pienso en los canvas como un portal para que el espectador se pueda sumergir en la obra o viajar en ella y experimentar por el color, por las manchas o las formas. También quería hacer hincapié en el expresionismo, no solo por el hecho de que quería hacer expresionismo o expresionismo abstracto si no por capturar algo del momento, redibujarlo y capturar la experiencia”, explica el artista conocido local e internacionalmente por sus murales como grafitero.
Un mundo alterno le permite al espectador, y al artista, jugar con posibles hechos y finales distintos a vivencias conocidas. Las obras de Cruz aportan al abanico de opciones.
“En las obras ves los colores muy brillantes. Han pasado cosas positivas y negativas en la vida de todo el mundo pero el final del recorrido es que en la obra salga algo nuevo -que no exista o no entendamos- de donde vivimos o de donde quisiéramos vivir pero desde una manera abstracta”, manifiesta el artista de 29 años que culminó en el 2007 su bachillerato en Diseño gráfico en Atlantic College.
Cada vez que Cruz siente interés por crear una nueva imagen, recurre al almacen de experiencias almacenadas en su memoria. “Es como si yo hubiera abierto un USB o un chip”, describe, “y entonces sale cuanto libro, película, clase o comic que leí y estaba guardado en el subconsciente. Entonces eso lo voy plasmando en una historia”.
Ese relato combina “experiencias personales” con escenas vistas en la ficción. “Y cuando lo llevo a la abstracción termina siendo un reflejo de eso, una nueva versión”.
Los colores que suele usar el artista se han convertido en su distintivo. Ni que ver la firma tienen algunos espectadores para reconocer su trabajo, gracias a la paleta que lo caracteriza. Esos colores lo han acompañado desde su primera clase de arte.
“Mi mamá me compró mi primer paquete de Prisma color en sexto grado, cuando me llevaba de Bayamón a la Liga de Arte a coger una clase. Era la caja grande y tenía tantos colores. Rápido agarré el rosa brillante, el magenta, el turquesa, el lila, el baby blue y un violeta que se llamaba “vampiro”. Con ese bonche, además de oro y plateado, empecé a pintar y de ahí no me he alejado. Con esa gama de colores me siento feliz”, trae de vuelta los lápices de colores de su infancia.
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Cruz estudió luego en la Escuela Central de Artes Visuales en Santurce. Allí descubrió lo que los profesores querían enseñarle y lo que su generación veneraba: el graffiti.
“Dentro de mi familia no hubo problema conque yo fuera artista, mi mamá siempre lo supo, pensaba que sería ilustrador o diseñador gráfico. Ella nunca me puso un pero, aunque en la escuela fue distinto”, habla sobre ese periodo entre el año 2000 y el 2003.
“Cuando empieza la fiebre del graffiti en mi tiempo, se veía más como algo rebelde, algo malo, versus ahora que es el tiempo de los murales. Eso me trajo problemas en la escuela pero creo que, al final, creamos un camino”, dice.
La rebeldía, propia de la edad, no encontraba espacio en el salón de clases. “Yo había leído sobre grandes artistas como Dalí o Matisse y muchos de ellos tenían algo de rebelde pero esta escuela era bien organizada y académica y yo, por tener esas ganas de aprender de arte pop y americano, lo que escuchaba era ‘esos temas aquí no se tocan’. Esa rebeldía me dio por empezar a pintar graffiti, al ver los colores cómo mezclaban vi que el aerosol es una herramienta no un arma. Y yo pensaba ‘no voy a causar problemas lo que quiero es pintar y sacar esto de mi, pero voy a usar este elemento (el aerosol) que me representa a mi, a lo que vivo, a la música que escucho’. Yo solo tenía 15 años”.
Hoy Cruz asiste a la Central a dar charlas a los estudiantes. La madurez y la distancia le dieron paz a ambas partes. “estea bueno, me gusta ir”, reconoce, “Uno dice ‘wao, cómo cambian las cosas’. Yo les explico (a los estudiantes) que el graffiti me gusta, lo utilizo como mecanismo. Están todas estas teorías y formaciones pero con el graffiti se pueden hacer muchas cosas; no es pintar una pared y dañarla, puedes crear arte y expresión”, insiste.
Cruz no se arrepiente de ser grafitero pero habla de dicho tiempo en pasado. “No, hoy no me considero grafitero, eso requiere mucho trabajo que ya no hago ni pienso hacer. Eso fue una etapa y ya se fue”, afirma listo para descubrir que trae nuevo el arte a su vida.
A veces yo iba guiando y decía, ‘aquí es’. Cuando veías una pared que te gustaba cortabas la grama, comprabas la pintura, a la media hora volviste, tienes el boceto y lo haces
Sin embargo, al comparar, sabe que “siempre es más liberador pintar en la calle” puesto que es un proceso “más rápido y espontáneo” y el espectador dispone de menos tiempo para apreciar la obra ya que está expuesta al deterioro. Ahora bien, calle y galería requieren la misma rigurosidad.
Cruz ya no recorta la grama frente a una pared antes de marcarla. Ahora trabaja la tela con varias capas de yeso para luego estirarla sobre un bastidor de madera.
“Hay cosas que son iguales”, expone, “y te diría que dan el ánimo de arrancar. A veces yo iba guiando y decía, ‘aquí es’. Cuando veías una pared que te gustaba cortabas la grama, comprabas la pintura, a la media hora volviste, tienes el boceto y lo haces. Preparar la pared toma mucho menos tiempo porque no tenemos dinero para contar con materiales que fijen más la imagen así que se vuelve un arte efímero. Pero en el caso del canvas, uno lo va preparando y espera que la tela absorba el yeso y luego se le da la capa clear final, ese proceso puede tomar hasta dos meses”.
Proyectos especiales de arte urbano en Puerto Rico, España, Canadá, Estados Unidos, Francia y Alemania cuentan con obra de Pun 18. Obras suyas han sido consignadas en libros especializados en graffiti como The History of American Graffiti, Graffiti Burners y Graffiti Planet 1 y 2, entre otros.
Asegura que solo pinta cosas “que me llaman” y no le importa la superficie que sea.
“Igual que antes, hago un escrito de ideas que vienen a la mente, hago análisis de color, juego con los colores, voy dándole un poco de sentido a lo que ocurre; si es un sentimiento, si es reflejar un cambio o una explosión de color porque no siempre el trabajo habla de lo mismo. Eso lo plasmo, lo dibujo en papel -casi nunca a color- y luego paso al canvas para que el expresionismo tome su gesto. Casi siempre uso materiales reciclados, compro cosas para algo y si me sobran las rehuso en otra. Así es la vida de los artistas jóvenes”.
Tanto en comercios locales como en Internet, Cruz adquiere sus herramientas de trabajo, que van desde espátulas, pinturas en aerosol, “brochas baratas y caras”, rolos, acrílico, pintura a base de agua pero sin thinner de acrílico, tinta y tiza pastel que se une a su almacen de lápices y pinceles.
“Yo hago bocetos donde sea, en una libretita Jean book y con el lápiz o bolígrafo que tenga a la mano”.
La inspiración no sigue agenda.
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Junto a otros artistas, Pun 18 aprovecha el escenario para crear que les ofrece el proyecto Las Casitas en el Municipio de Bayamón. Allí vive, trabaja y colabora con otros proyectos.
“Me gusta allí, es bastante tranquilo. Estoy enfocado en producir, esta serie de obras las produje ahí. Antes trabajaba en Santurce y no estaba mal pero tú sabes, la barrita, el amigo, acá ves la familia, los amigos y te encierras en el estudio, pintas y trabajas. Es lo perfecto”, acepta el artista que formó parte del grupo que intervino paredes en el casco urbano de Bayamón durante el evento Los muros hablan, entre otros.
Al momento aguarda a que sus obras se exhiban en Montreal y a que llegue diciembre para asistir a la feria de arte contemporáneo Art Basel en Miami.
“Pero ahora quiero disfrutarme esta exposición”, dice consciente de que sus piezas en la galería no están a merced del clima.
“He aprendido a disfrutar el canvas y las ferias porque las paredes duran poco, la gente no las cuida como deberían aún cuando eso podría mostrarse hasta a los turistas porque son arte y es para todo el mundo. En las ferias aprendes de artistas de otros países y vienes con la mente y las ideas super frescas”.
Esas de inmediato suben al archivo mental en su cabeza y quedan listas a ser convocadas para formar parte de una nueva obra.
Beneath the Surface seguirá disponible en la galería hasta el próximo 17 de octubre.
Para más información llame al 787/998-9622 o acceda www. walterotero.com.
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