odos vuelven por Navidad. Los de aquí hacemos un alto para mirar de nuevo al principio del camino, conectamos con nuestra gente, con nuestras más felices tradiciones que nos alegran el espíritu. Los de allá cruzan el charco y retornan a la Isla. Cuando no se puede físicamente, lo cruzan igual gracias a la música, la gastronomía y el junte con otros para emular otras Navidades felices en el país.
Algunos lectores de Lapicero Verde cuentan cómo celebran su época festiva aquí y lejos del 100 x 35, otros recuerdan los mejores momentos navideños que les regaló la infancia. Todos coinciden en que las memorias se revisitan pero también se construyen de nuevo cada año. Hagamos especial el futuro recuerdo de la Navidad 2014.
¡Feliz Navidad!
Las luces brillantes nos alegran no importa lo que estemos pasando
Sabemos que llegó la Navidad cuando salimos en familia a ver luces y decoraciones navideñas. Nos montamos en el carro y damos vueltas por distintos pueblos. El Viejo San Juan siempre nos toma un viaje solo para eso porque nos gusta caminar por las calles, ver las plazas, los nacimientos; de verdad que hay mucho que ver. Los nenes sacan sus iPods para sacar fotos y después hacen alboroto con los garbancitos que les compramos. Las luces brillantes nos alegran no importa lo que estemos pasando.
Mayte Rivera / Carolina
¿Que si llegó la Navidad? Claro, estamos haciendo coquito en Virginia para que no muera la tradición.
Janice Caraballo y familia / Virginia
Si no conseguimos muchas cosas no hay nada que mi madre no meta en una caja y pueda enviar por correo
Las Navidades fuera de Puerto Rico son muy diferentes, el ambiente es totalmente distinto pero deseamos mantener vivas nuestras tradiciones más que todo por las nenas. Hasta ahora, y aún lejos, encontramos un buen pernil que podamos hacer. Si no conseguimos muchas cosas no hay nada que mi madre no meta en una caja y pueda enviar por correo. Ya tenemos el pernil y los gandules para un buen arroz. No pueden faltar las morcillas, los pasteles y, sobre todo, el coquito. De todo nos llega desde Puerto Rico para celebrar. Tenemos nuestro kit parrandero y el cancionero, para esa noche tener buena música boricua y celebrar en familia y con amigos. Esta Navidad fría en Chicago será única, tendremos amigos de aquí y de Puerto Rico para celebrar y, aunque en Estados Unidos no se celebra el Día de Reyes, nosotros sí lo haremos. Recogeremos gramita (o pedacitos de pino esta vez, ja,ja,ja). Ese día las niñas no van a la escuela y están excusadas pues hemos decidido continuar la tradición.
Zaritza Gotay y familia / Chicago
Esta Navidad no pedimos nada material, solo paz y seguridad para nuestros países que tanto extrañamos y añoramos volver
Este año no pusimos arbolito de Navidad por la mudanza y los muchos gastos. Sin duda alguna será una diferente y melancólica pero estamos contentos porque los cambios son para bien. Esta Navidad no pedimos nada material, solo paz y seguridad para nuestros países que tanto extrañamos y añoramos volver. Esta Navidad fuera de nuestras patrias -México y Puerto Rico- solo decimos “¡gracias!”.
Berenice Ja Olivo y Fernando Pérez Rivera / Orlando
Estar lejos duele en el corazón, por eso tan pronto nos levantamos y ponemos la cafetera a colar el café Yaucono, corro a poner música navideña.
Mis Navidades boricuas en Hollywood, California, son muy especiales ya que cerca de Nochebuena acostumbramos celebrar el cumpleaños de nuestro hijo Clive William que ya tiene dos años. Entre arbolitos, pascuas, coquito y aguinaldos le cantamos “Feliz Cumpleaños” a nuestro querendón. ¡¿Qué mejor regalo nos puede haber dado la vida?! Gracias a la música (y la internet) la casa está viva desde el amanezca. Estar lejos duele en el corazón, por eso tan pronto nos levantamos y ponemos la cafetera a colar el café Yaucono, corro a poner música navideña.
Existe un grupo de puertorriqueños en Los Ángeles a los que invitamos a nuestra casa a uno que otro bembé que sin falta incluye arroz con gandules, pasteles, tembleque y otras delicias de nuestra cocina isleña. Para hacer este cuento largo un poco corto la pasamos muy bien pero, acá entre nos, no hay nada como celebrar Navidades en la tierra que me vio nacer. No existe Navidad como la que se celebra en Puerto Rico.
Adrián Avilés, David Gregg y Clive William Avilés-Gregg / California
Ella utilizaba objetos comunes como fósforos quemados, tela de saco y hasta especias
Lo que siempre ha sido una constante en mi casa es decorar algún espacio con unos nacimientos en miniatura que mi tía, artesana ya fallecida, trabajaba. Ella utilizaba objetos comunes como fósforos quemados, tela de saco y hasta especias para hacer estas curiosidades. Siempre alegran la casa con un poquito de Navidad puertorriqueña y me hace recordarla.
José Luis Medina / Maryland
Por muchos años mami los escogía, ella prefería los árboles feítos que nadie compraba, le deban pena y a nosotros nos daba lo mismo después que olieran rico y llegara Santa Claus
Mi Navidad, antes de los 2000.
La Navidad empezaba en noviembre cuando buscábamos las cajas de los adornos… ese olor a pino viejo. Nos tocaba la tarea de ver qué guirnalda de luces funcionaba y cuáles aún se podían arreglar. Enredadas, no importa la técnica que mami usara para guardarlas, había que desenredarlas cada año y más si eran del árbol que aún tenían una que otra lágrima.
Al fin llegaba el Día de Acción de Gracias y ese mismo día se decoraba la palma raquítica frente a la casa; mientras más alta, menos la decorábamos. Hasta que por fin nos tocaba ir a comprar el árbol. Era una aventura ir a los muelles en San Juan o a cualquier supermercado local. Por muchos años mami los escogía, ella prefería los árboles feítos que nadie compraba, le deban pena y a nosotros nos daba lo mismo después que olieran rico y llegara Santa Claus. Esa emoción de montarlo encima del Oldsmobile y llevarlo a casa como mascota nueva… Decorarlo era toda una emoción; mami nos dejaba, aunque quedaran feos, porque el arbolito era para nosotros.
No importaba cuánto sabías de Santa Claus, tenías que hacer la carta y colocarla en el árbol. En realidad, recibíamos muy poco de lo que pedíamos pero ni cuanta nos dábamos. Cuando llegaba el 24…. ¡qué emocionante! Aún no sé a quién de nosotros se nos ocurrió dormir por el día para que pasara más rápido, después no podíamos dormirnos en la noche. Por años, hasta que la cama se nos quedó demasiado pequeña, dormíamos mi hermana, mi hermano y yo -los tres juntos- en la de mi hermano. Cada año turnábamos al encargado de despertarse a ver si ya estaban los regalos. Esas Nochebuenas fueron las mejores. Madrugar a los papás que se acababan de acostar para montar los regalos o simplemente quitarle los plásticos difíciles del pelo de las Barbies no tenía precio.
Esa inocencia y unión familiar hacían de mi Navidad una mágica cada año.
Miriam Pérez / Bayamón
No comments