ás de una vez le sucede en la calle. “Vaya Clemente”, escucha a manera de saludo el actor puertorriqueño radicado en Nueva York, Modesto Lacén.
El oficio que ha realizado en Puerto Rico y Estados Unidos por más de una década lo ha llevado a caracterizar personajes queridos y conocidos (Pedro Knight “Cabecita de algodón”, en el musical Celia, por ejemplo) pero uno ha calado especialmente en el público, el astro del béisbol boricua Roberto Clemente. El eterno número 21.
Ya lo personificó en Puerto Rico y ahora la obra escrita por Luis Caballero fue revisada y bajo el título Clemente la leyenda del 21, se presenta en Estados Unidos en una gira que llegará a Pittsburgh -hogar de los Piratas, equipo de Clemente- y culminará en Puerto Rico a partir del 24 octubre en el Teatro Francisco Arriví de Santurce.
“Sí, hay varios paralelos con Clemente”, acepta Lacén desde Chicago donde hasta el 14 de septiembre está en escena la puesta que cuenta con trece actores en su elenco como Carlos Miranda, Willie Denton, Xiomara Rodríguez, Ricardo Puente, Jonathan Amaro y Elvin Ramos, entre otros.
“Yo soy el menor como él, sus padres notaron que tenía una habilidad diferente a la de sus hermanos -en su caso el deporte y en mi caso la actuación-, tiene una base cristiana bautista, viene de un hogar de padres trabajadores, somos negros y vinimos a Estados Unidos en pos de nuestros sueños, de expandir y seguir creciendo. Como actor me he encontrado un choque diferente de culturas pero parecido. Sé lo que es ser negro y latino acá, no encajamos en los estereotipos que se tienen ni del negro ni del latino”, insiste el actor loiceño.
E inevitablemente, ambos han experimentado el racismo aunque Lacén mucho menos intenso que el que tuvo que enfrentar Clemente en el convulso Estados Unidos de los cincuenta y sesenta.
“No vivo esa crudeza ni sus mismos obstáculos pero sí los entiendo”, confiesa el actor, “y esa autenticidad es única. Nadie puede decirme a mí lo que es ser un negro latino porque lo soy, eso lo traigo al personaje y sé que es bien específico, auténtico y honesto”.
Nadie puede decirme a mí lo que es ser un negro latino porque lo soy, eso lo traigo al personaje y sé que es bien específico, auténtico y honesto
Clemente, dicen, “tenía los cascos calientes” al enfrentar esas situaciones de discrimen. “No sé cómo yo hubiera lidiado sus mismas situaciones. Lo que pasa es que Roberto era un gran pelotero -y ojo, trabajó para eso duro aunque tuviera el talento, no todo fue gracia divina- y como era respetado en su oficio pudo balancear lo que enfrentó fuera del parque”, explica Lacén sobre el jugador nacido en San Antón, Carolina, en el 1934.
El jardinero derecho de los Piratas estuvo en la novena ganadora de dos Series Mundiales (1960 y 1971) y recibió el Premio al Jugador Más Valioso de la Liga Nacional (1966), entre otros logros. Doce veces fue convocado al Juego de Estrellas.
Dentro del parque la historia, por momentos, podía ser otra. Allí las manos racistas se permitían aplaudir un hit y hasta celebrar un jonrón.
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Si no recuerdan dónde estaban cuando pegó su hit 3,000 rememoran qué hacían aquel Año Viejo de 1972 en que se enteraron de su trágica muerte en un accidente aéreo. Para los boricuas Clemente es rey y encarnarlo no puede tomarse a la ligera.
El actor asegura que ha leído “casi todos” los libros sobre el pelotero que ha encontrado, ha conversado con coleccionistas, especialistas y cronistas deportivos locales y estadounidenses que lo conocieron -por supuesto que Ramiro Martínez no solo es uno de ellos sino que es un personaje en la obra- y con su familia inmediata: su viuda Vera, sus tres hijos y con su hermano Matino que aún vive en Carolina.
“Clemente tenía un buen sistema de apoyo. Su hermano Justino, al que le decían Matino, era siete años mayor que él, una especie de figura paterna y, cuando tenía temporadas que no eran la mejor, la familia lo mandaba para darle apoyo, para estar con él. Eso era sólido”, puntualiza el actor quien vive el mismo respaldo con su familia.
Para Lacén su hermano mayor, José Luis, es su Matino. Cada vez que estrena una obra “no importa si el papel es grande o pequeño”, sus padres, hermanos y a veces hasta sobrinos suelen viajar a verla.
“Ese gesto habla mucho”, confiesa agradecido y cuenta que hace poco asistieron a su participación de una pieza Off-Broadway de danza-teatro en portugues (sí, Lacén fala português), Infinito en cuanto dure, sobre los poemas y canciones de Vinicios de Moraes.
“Fueron a verla a sabiendas de que era diferente a lo que había hecho y se expusieron. Sé que vinieron a decirme que me apoyan en mi carrera”, insiste el artista conocido en la Isla por trabajos como Las dos caras de Jano, entre otros.
Matino, cuenta Lacén, fue vital en la formación del carácter de Clemente. Le enseñó a batear, fue su guardián, su confidente.
“Le enseñó a ser hombre”.
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Modesto Lacén es derecho como Clemente. Rebaja doce libras con dieta y ejercicio para lucir como el atleta que se convirtió en el primer boricua y latino en ingresar al Salón de la Fama del Béisbol. “Al no ser obeso, esas son las libras que cuestan desaparecer”, confiesa riendo.
Cuenta con un entrenador que le ayuda a “afinar el stand” al coger el bate. “Tengo que tener un body language correcto”, subraya una de sus metas con el rol.
Un coleccionista le prestó un bate usado por el astro de los Piratas del Pittsburgh cuya réplica es utilizada en el segundo acto de la obra.
“Y me afeito la frente, me hago el cerquillo como Clemente para tener esas entradas pronunciadas que él tenía. Entre una cosa y otra se logra la caracterización y el parecido”.
No es un musical pero la obra tiene música. Lacén se mantiene tomando clases de canto “para tener esa destreza al día” y trabaja el timbre de su voz para hablar como el atleta.
“Yo hablo más bajo, él es un pitch más alto. Escucho su cadencia en el inglés porque tuvo problemas en hablarlo al venir del campo en Puerto Rico a Montreal, Florida y luego Pittsburgh.
Tengo unas grabaciones de él, una entrevista en octubre del 1972 en la que habla por media hora y la escucho para obtener sus inflexiones, sus errores, sus patrones, tengo eso como punto de partida”, sostiene.
Justo la voz es un elemento crucial en la caracterización de un personaje. Lacén acepta el desafío entendiendo que la voz es otra huella en el cuerpo que se ve afectada hasta por el estado anímico. “Es un trabajo arduo”.
Para saber qué barrio y qué ciudad recibió a Clemente, el artista fue a Pittsburgh aunque hoy el paisaje es distinto.
“Hablé con varios de sus compañeros Piratas de esa época como Jackie Hernández o Steve Blass y con el fotógrafo de los Piratas que fue su amigo, Les Banos. También fui a Cooperstown”.
Aunque en vida Clemente no llegó a la tierra sagrada del béisbol en Nueva York, sus récords allí lo llevaron en el 1973.
“De verdad es bien emocionante ver la bandera puertorriqueña allí no solo con el nombre de Clemente sino con el de Peruchín (Orlando Cepeda) y con el de (Roberto) Alomar”.
Los coleccionistas, esas constantes en la edificación de un mito, también le han prestado piezas de ropa que ha inspirado el vestuario de la obra que Lacén produce junto al estadounidense David Walters.
“Se ha convertido en una hermandad alrededor de Clemente”, enfatiza.
Pero vestuario no es disfraz ni caracterización es copia.
“Yo siempre digo que esto es una interpretación basada en mis estudios, sigue siendo arte pero como tengo una base de estudio mis decisiones al afrontar el personaje tienen sentido y le hacen justicia”, propone.
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El “hola, Clemente” no es broma. Pasa y con frecuencia en Puerto Rico y en Estados Unidos. Que le saluden en la calle usando el nombre del pelotero le suena a aplauso al actor.
“Es bien loco porque esas personas que se acercan siempre vienen con un cariño y un respeto a la figura de Roberto, por eso estoy haciendo la obra y he hecho el esfuerzo de esta gira. Entiendo que esta historia hay que contarla y recordarla y desde mi trabajo como actor es lo que hay que aportar con respeto y devoción”, señala.
Entiendo que esta historia hay que contarla y recordarla y desde mi trabajo como actor es lo que hay que aportar con respeto y devoción
“Percibo que hay un anhelo de tener figuras contemporáneas así”, agrega.
Para los puertorriqueños que viven en Estados Unidos, la figura del célebre 21, el beisbolista “de los tres mil hits”, significa unas cuantas cosas más. Es uno de sus mejores rostros.
“Te sirve de identificación, de reafirmación de tu puertorriqueñidad en un país que a veces no lo acepta. Es un símbolo de la patria para los que están fuera y, por eso, entre muchas cosas, lo atesoran tanto”.
El elenco está consciente de que la puesta en escena que se avecina en Pittsburgh tendrá una poderosa carga sentimental.
“En Estados Unidos le estamos poniendo subtítulos a algunas escenas que dejamos en español para presentar con veracidad el conflicto del idioma. Quisimos poner al público estadounidense en esa situación”.
Quizás “Cabecita de algodón” le regaló mayor visibilidad en Estados Unidos luego del musical sobre Celia Cruz titulado Celia. Clemente le ha dado otras cosas. Motivación es una de ellas.
“Me exige subir de nivel, me ha forzado a crecer, a ir más allá de mis miedos como actor, a enfrentarlos, vulnerarme y hacer mi trabajo”, sostiene.
“Con apoyo de mi familia y con David estoy produciendo esta gira así que el personaje me ayuda a tener todas mis destrezas como actor y productor al día, me exige más foco. Me siento en tranquilidad de que estoy haciendo lo mejor como actor y en ese sentido soy exitoso porque doy el máximo en cuerpo, alma y espíritu. Todos en el elenco estamos involucrados en este proyecto y queremos llevarlo hasta las últimas consecuencias”.
Llegó al punto preciso. Clemente lo obliga a entrar en las grandes ligas.
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